Vampires In Love

Blog de Realidad v/s Ficción, original y personal.

La Reunión



Final de año se acerca nuevamente, estoy por fin terminando mis exámenes y si todo sale bien, también mi carrera.
No voy a decir que soy un alumno estrella, ni mucho menos del tipo que se mata estudiando sin nada de diversión de por medio. Pero si soy responsable y preocupado de mis deberes, aunque eso no significa que pase de salir a carretear y pasarlo bien. Con quien sea, donde sea y cuando sea.
Bueno, miento un poco, no es tan así tampoco. De hecho me lo pensé dos veces cuando, al recibir el correo de una ex compañera del colegio, me enteré que los chicos y chicas de mi curso harían una Reunión.
Y aunque admito que me entusiasma la idea de ver a algunos, me repugna el solo pensar en otros.
Después de todo, a mis más amigos los sigo viendo de vez en cuando, estamos en un contacto un poco más allá que simplemente tenernos en Facebook. A otros ni siquiera. Y la verdad me interesa muy poco ver a quienes nunca realmente fueron amigos, o quizá si lo fueron en un momento determinado, pero después nos distanciamos. Porque yo me volví un adolescente extraño, o demasiado extrovertido para ellos. Más importante aún, durante mi etapa escolar  yo permanecí en el closet. Por más que siempre se comentó a  mis espaldas (y a veces en mi cara) mi fabulosa y particular personalidad.
Precisamente a ellos, son los que no me gustaría ni ver en pintura, a esos apuñala espaldas, a esos que no eran suficientemente hombres para decirme cosas a la cara.
Por otro lado, lo pienso más y me encantaría saber que fue de muchos. Quien sabe, podría hasta sorprenderme con los éxitos de algunos y los fracasos de otros.
Entiendo que varios ya deberían haber egresado, y otros siguen repitiéndose o paseándose de carrera en carrera y universidad en universidad.
Yo siento que todo va de maravilla y ya no temo esconder quien soy frente a nadie.
Por lo tanto, puede que no sea tan mala idea asistir. Además ya recibí un par de mensajes y llamados de algunos cercanos, preguntándome si pretendo ir. Creo que después de todo, se sienten igual que yo y no quisieran verse en la incómoda situación de estar con gente de la cual no son tan amigos.
Así que bueno, después del;
Jose: yada yada blah, queremos juntarnos a recordar, y blah blah blah. Tal día, tal hora, tal lugar, asado y más bullshit.
Dije, está bien, todo bien. Voy a ir. Total la próxima semana la tengo libre y dudo que sea un carrete tan wild.
WRONG!
Bueno me puse de acuerdo con Andrea para ir juntos temprano. Pues el asado de la tarde era relativamente opcional. El carrete de la noche era el seguro para todos.
Sería en la parcela de la Isi, lo cual me pareció buenísimo. Ya que está alejada de la ciudad y es gigante. Hasta salón de eventos tiene la hueá.
Al parecer no muchos se confirmaron para el asado, pero Isi siempre me cayó súper bien, y voy a estar con Andrea también. Por lo demás, me aseguré de que los desagradables van llegar a la noche, así que todo bien.

No pensé que llegaría incluso a entusiasmarme con la idea de verlos a todos juntos una vez más. A muchos no los veo desde la fiesta de graduación, la cual fue tan grande que ni siquiera estuve con todos. Bizarro, después de pasar tantos años juntos. 
Así pues fui a comprarme ropa nueva que estrenar, quería verme increíble. Que todos, hombres y mujeres quedaran locos con mi abismal cambio físico.
Bueno no es para tanto, pero pasé de cuerpo de niño a cuerpo de hombre y me mantengo bastante bien. No puedo decir lo mismo de varios otros (guatones culiaos, por lo que veo en las fotos de Facebook). Así que voy con toda las intenciones de dejar una brutal impresión. Es más, ya me los imagino:
“Jose, estás increíble” “¡Jose, ¿qué te hiciste en el pelo?, te queda frutal!” “Jose, papá. Estay como querís.”
  Y yo por dentro, oh sí, oh sí mami, ¡oh sí!
Faltaba planear si, como nos íbamos a ir a la parcela. De todas maneras en auto, pero no decidíamos si en el mío o el de Andrea. Particularmente, porque ambos queríamos hacernos bolsa. Pero poco antes de decidirnos, Isi mandó otro correo diciendo que se había olvidado mencionar que por supuesto, podíamos todos pasar la noche en la parcela.
Así que bueno, vamos en el mío. Bien llamativos, con música fuerte y bien cola, toda una entrada, fabulosa. Pensé hasta en ponerme una bufanda fucsia felpuda y peluca azul. Pero eso era demasiado, era más bien un delirio momentáneo del pito que nos fumamos antes de ir a comprar cositas para llevar.
Nos ofrecimos para llevar la cerveza, litros…y litros de cerveza. Sí, LITROS.
Pensamos en llevar drogas, pero ya estábamos muy encima para hacer la mano, y después de todo era OBVIO que Isi tendría mucha marihuana (y de la buena).
Improvisamos un poco también y compramos tres botellas de tequila, para los del asado, claro. Porque ni ahí con darle tequila a los hueones piantes que me caen como el hoyo. Díganme egoísta, pero yo sé que ellos no compartirían ni un sorbo de su vaso con alguien que no sea de su grupito. Maricas.
El día llegó finalmente y nos juntamos como a las 11 de la mañana en mi depa, Yo me veía magnífico con mis shortcitos grises y mi polera cool con cuello en V. Andrea también, con un vestido blanco lleno de florcitas y un sombrero de paja con una margarita gigantesca a un costado. Muy primaverales nos veíamos, estábamos literalmente para robar el aliento (un buen aliento obvio, no de esos pasaos a pico+halls).
Así que bueno, full prendidos, mi copilota cargó la pipa y yo puse el último disco de Kylie, no el de la orquesta en Abbey Road. Sino Aphrodite, el manifiesto de la Diosa de la música Disco.
Whatever, íbamos full motivados y nos demoramos como cuarenta minutos en llegar, ya habían un par de autos estacionados, así que no fuimos los primeros.
Isi salió a recibirnos, se veía preciosa, los años le habían hecho muy bien. Debo admitir que hasta me pareció profundamente atractiva. Estaba casi tan volada como nosotros, quizás hasta un poco más. Se veía graciosa, con los ojitos bien chinos detrás de las gafas para el sol. Estaba en un traje de baño entero muy estético y se cubría con un pareo. Que bueno que con Andrea empacamos traje de baño, no estábamos seguros de si la piscina estaría habilitada o no. Pero era súper probable, pues ya estamos casi en verano.
Yo estaba muy ansioso de saludar a los pocos que habían llegado. Por supuesto que eran los más buena onda. Los únicos que prendieron realmente con la idea de pasar todo un día juntos, como en los viejos tiempos. Amigos y amigas muy queridos, con los cuales a pesar de no vernos ni hablar a menudo, seguíamos sintiéndonos casi como hermanos.
Me agradó mucho ver como todos se veían muy felices y orgullosos hablaban de sus proyectos. Aquellas sonrisas en sus rostros los hacían ver muchos más guapos y encantadores que cuando niños.
No éramos muchos a esas alturas del día, no más de diez en realidad, un par había ido con pareja. Lo cual se había expresado en la invitación, pero en vista de que Andrea y yo somos solteros empedernidos, ir juntos era lo mejor que podíamos hacer (Me alegró mucho saber que no éramos los únicos por cierto).
Abrimos las primeras cervezas y presentamos nuestro regalo mexicano a los presentes. Todos se entusiasmaron con la idea y estipulamos dejar los tequilazos para después de la carne. Tuvimos mucha suerte además, porque en la parcela hay varios limones, y con Andrea (par de voladitos) se nos olvidó comprar para los shots.
Descargamos la grotesca cantidad de cervezas del auto y guardamos todas las que pudimos en el refri. Con Andrea nos pusimos traje de baño y nos tiramos en las reposeras a tomar sol con un pito en una mano y una cerveza en la otra.
Fue recién en ese momento, cuando me alcanzó el humo del asado, que reparé en el chico haciendo el fuego.
No era alguien del curso, lo sé porque después de mirarlo descaradamente cinco minutos, Andrea se sentó a  los pies de mi reposera y me preguntó:
-¿Te acorday de él? Es el Alan, el loco del paralelo que pololeó un tiempo con la Vale.
-¿En serio? –Dije levantándome boquiabierto y más exagerado que nunca- Pero está más minoco que nunca.
-La cagó, pero siempre fue súper rico. Mira como se le nota el potito paradito con esos shorts.
-¡Perro, zorro, papurri, papá! –Dije mientras me sacaba los lentes de sol para admirar mejor esos marcados brazos que apretaban la camisa abierta que llevaba.- ¿Tú no te peleaste con la Vale una vez por ese loco?
-Jaja, pero hueón. Porque me lo comí escondida en un baño en un carrete, y los locos habían terminado hace onda, años. Exagerada la hueona, la cagó.
-Jajaja, si me acuerdo. Buenísimo. –Dije después de unos segundos, sin poder despegar mis ojos de ese churro.
Volví a recostarme en la reposera y ponerme los lentes. Andrea se levantó, tiró a un lado su sombrero y se metió de un piquero a la piscina.
Escuché, en ese mismo momento, un chiflido a modo de piropo que venía desde la parrilla. Era el Alan, siendo hetero como siempre, cuando vio el espectacular cuerpo de Andrea saliendo de la piscina. La muy suelta movía sus caderas de manera sensual y provocativa, al tiempo que se estrujaba el largo pelo y pasaba al lado de él.
El muy pelotudo debe haber pensado que estábamos juntos, porque me miró con cara de “que minaza que te anday tirando” y me hizo un salud a lo lejos con su lata de cerveza.
Yo me limité a sonreír y levantar mi lata. Quizás me sonrojé un poco, pero definitivamente pasó piola porque llevaba un buen rato bajo el sol.
Me sentí un poco alagado por lo demás. Después de todo no me veo tan fleto.
(O quizás él es muy bruto como para darse cuenta, por no decir hetero.)
La tarde avanzó de manera muy agradable, salieron sus locos choripanes cuando llegaron las parejas que faltaban por llegar al asado. Cervezas iban y venían, estábamos todos bien entonaditos así que tiramos toda la carne a la parrilla pa’ espabilar un poco.
Después de comer y bajar bastante (porque puta que estábamos surfeando la ola), pasamos  a los tequilazos. Isi ya se había motivado cortando los limones, no teníamos muchos vasos chupitos, pero pico, se comparten.
Aproveché de acércame un poco al Alan, y le ofrecí compartir nuestro vasos. Se entusiasmó ene y prácticamente nos adueñamos de una botella. Andrea andaba por algún lugar loqueando con alguno de los cabros y yo me armé otro pito como bajativo. Le ofrecí al Alan que lo prendiera. Y justo llegó Isi a  sentarse con nosotros. Le pasamos el pito y aprovechamos de ponernos un poco al día con nuestras vidas.
Isi había terminado su carrera hace un año y no le costó anda encontrar una buena pega. Alan, al contrario, todavía estaba terminando ingeniería y además mencionó seguir tocando piano. Lo había olvidado completamente, pero alguna vez lo escuche tocar en el colegio, era muy bueno.
Por supuesto que cuando yo empecé a hablar me interrumpió al toque para preguntar si Andrea y yo estábamos juntos. Con Isi intercambiamos un par de miradas cómplices y nos cagamos de risa.
-No, jaja, seguimos siendo mejores amigos. Pero la verdad, a mí me gustan los hombres.
La declaración pareció sorprenderle un poco, porque abrió mucho los ojos y levantó sus cejas como diciendo “ah mira tú”.
-¿Y siempre lo supiste? –Me preguntó con simpatía y un ligero interés
-¿Por qué, estay teniendo dudas? –Le preguntó Isi, bromeando por supuesto.
-Jajaja, no sólo me pareció curioso. Yo tengo un compañero gay en la U, es súper tela y me cae la raja.
(Bueno, me agradó escuchar que por muy hetero que fuera el cabro, de homofóbico no tenía nada).
Nos tiramos el concho de tequila que quedaba en la botella y la Isi apagando el pito en el cenicero y se levantó de la silla.
-Chiquillos, ¿qué les parece si dejamos de fumar esta huea mala y los invitó a probar de la huena en el bong?

Con Alan nos miramos y nos cagamos de risa, y levantando los hombros, dijimos “Bueno, ¿y por qué no?”
Nos metimos a la casa, y subimos las escaleras hasta la pieza de Isi.
Le pusimos cerrojo a la puerta para que nadie interrumpiera nuestro ritual undercover. Y al abrir el closet de la habitación se me hizo agua la boca consecuencia de las plantas maravillosas in-door que había dentro.
Isi sacó el bong de una caja, y otra pequeña cajita de metal llena de unos cogollitos con un olorcito medio dulzón-acido.
Con Alan nos brillaban los ojos, Isi  preparó todo y nos pusimos a fumar.
Claramente quedamos dados vuelta. Ya estábamos bien arriba de la pelota con el copete y esa marihuana era casi que sagrada.
Nos reímos un buen rato hablando puras hueás, estábamos cagados de calor porque cerramos las ventanas y tapamos la puerta, cosa de que no saliera el olor y todos se dieran cuenta que estábamos ahí atrincherados fumando.
Quedamos tan hechos bolsa, que de a poco nos recostamos en la cama de dos plazas que había ahí, habían claras insinuaciones sexuales entre ellos dos, y yo me sentía tan liberado con Alan, que ni siquiera lo pensé cuando me acosté al lado de él y apoyé mi cabeza en su brazo.
Los tres estábamos re locos, nos hacíamos sutiles cariñitos, muy a modo de amigos claro. Pero sin obviar la sensualidad del asunto, estando todos semidesnudos encerrados en esa pieza.
Seguimos riéndonos un buen rato y entre talla y talla, Alan me rodeó el cuello con su brazo, y con su matadora sonrisa me pregunto:
-Y jose, ¿te animay pa un trio?

Isi, muerta de risa, cruzó una pierna con la de Alan. Yo también me cagué de risa y me levanté diciendo, no no no no no, de ninguna manera lo haría…
(Si ok, era una oportunidad súper loca, pero algo en la mirada de Alan me decía que hablaba semi en serio y me frikeó un tanto la idea de hacerlo con un chica entremedio).
Yo estaba súper mareado, comenzaba a ver todo distorsionado. Alan se levantó también, y me siguió los pasos. Me tomó por la cintura;
-¿Y, que decís? ¿Te animay?

Se veía igual de hecho mierda que yo, Isi se paró al lado nuestro y comenzó a sacarse el traje de baño.
Para mis adentros yo me estaba volviendo loco, ya estaba demasiado involucrado como para correrme. Alan se sacó los shorts que llevaba y le ayudé a quitarse la camisa, que de por sí ya traía abierta.
Él me levantó la polera, y yo subí mis brazos dejando que Isi terminara por quitármela. Al tiempo que Alan me besaba el torso y bajaba lentamente hasta llegar a mi traje de baño.
Entonces me entregué, desperdiciar la oportunidad era ridículo. Y Alan era demasiado atractivo como para negarle un buen polvo.
Obviamente me dio sexo oral, y debo acotar que lo hacía bastante bien. De vez en cuando levantaba la mirada y me dejaba ver lo mucho que estaba disfrutando. Isi se paró atrás de él y acariciándole el pelo se me tiró y empezamos a agarrar.
Oh si, estaba agarrando con una mina mientras el minoco irresistible me la chupaba. AWESOME.
Cuando nuestros labios se separaron, Isi me miró fijamente sin poder borrar su sonrisa de volada y empezó a hablarme sucio. Si, “sucio”.
A esas alturas no sé si me shokeaba, molestaba o incluso gustaba. Pero lo cierto es que parecía ser la que más disfrutaba del pete que me estaban haciendo. Le encantaba ver mi cara cada vez más excitada. Mientras Alan a mis pies se corría una buena paja sin sacarse mi you-know-what de la boca.
Isi se separó por un breve instante y saco algo del velador. Yo cada vez me sentía más volado (si es que eso fuera realmente posible). Por lo que me costó descifrar que era exactamente lo que traía en sus manos. Me sorprendí caleta cuando esforzando mi vista, identifique una especie de “miembro” en su entrepierna. Creo que me reí a carcajadas, o quizás lo hice para mis adentros, cuando después de unos brutos segundos de confusión, pensando que mi amiga podía ser trannie, entendí que era un juguete (bastante real por cierto).
Pero cuando Alan sintió al “tercer amiguito en la fiesta” rozarle una oreja, saltó a un lado completamente asustado, al parecer el dildo lo tomó tan desprevenido como a mí.
Claro que cuando entendió que no era de verdad se mató de risa en el suelo. Bueno todos, nos reíamos como hienas desquiciadas. Justo entonces nos golpearon la puerta.
Y hasta ahí llegó todo obviamente. Nos vestimos lo más rápido que pudimos y para cuando Isi abría la puerta, Alan  y yo estábamos sentados pretendiendo armar pitos y fumar del bong.
Pasaba que estaba llegando más gente a la parcela, y sin darnos ni cuenta, habíamos estado un muy buen rato desaparecidos. Andrea entró corriendo, como loca de patio y se sentó entre Alan y yo. No dijo absolutamente nada y se puso a fumar del bong. Una vez exhaló el humo, me golpeó un muslo con una risita ridícula.
-¡Malditos, los odio! ¿Qué hacían escondidos fumando y sin invitarme?

El momento había cagado, pero fue bastante entretenido. Con Alan intercambiábamos una que otra mirada furtiva, pero prácticamente nos hacíamos los locos.
Bajamos las escaleras y salimos al patio a reunirnos con los recién llegados.
Todos traían cantidades absurdas de copete, así que nos sentamos a la mesa té club. Y nos pusimos a chupar piscolas.
De a poco llegó la gente no tan agradable, se sentaron en la mesa también y saludaron sólo a sus “amigos”.
-Mira quien viene ahí. –Me dijo Andrea, susurrándome al oído.- Tu amigo Pablo.
-Ah no que paja, hueona. Me carga, ¿Por qué vino? Que imbécil más desagradable, mírale la pinta. –Le susurré de vuelta.

Pablo y su séquito de sacos de madre se sentaron al otro extremo de la mesa, justo donde estaba sentado Alan con otros chicos. Todos lo molestaban porque escucharon que estaba encerrado con la Isi en una pieza.
Por supuesto yo era completamente invisible para ellos. Yo no existía, yo nunca estuve en esa habitación también.
Podría jurar si, que cuando le tiraron la talla, Alan miró hacía donde yo estaba sentado. Pero para no darle ninguna importancia, miré para cualquier otro lado. Indudablemente nuestras miradas se hubieran cruzado. Y por muy piola que ambos tratábamos de pasar, Andrea y su jevi sentido de intuición notó al toque que algo raro había ahí.
Pero antes de que pudiera preguntarme nada, apareció la Romi y yo me levanté disparado a saludarla con un fuerte abrazo.
A Romi la veo bastante seguido, y somos tan amigos como con Andrea. Así que siempre nos saludamos efusiva y cariñosamente, la tomé por la cintura y la arrastre al toque a bailar.
Por supuesto que yo era el único hombre bailando entremedio de varias chicas. Y yo sabía que los desgraciados se reían y pelaban desde la mesa. Pero claramente me importaba un carajo, yo lo estaba pasando la zorra.
Me acerqué a la oreja de la Romi y le dije:
-Hueona, no cachay naa’. Me acaba de pasar una huea súper bizarra.
Aproveché que estábamos bailando como enfermos para empujarla conmigo disimuladamente hacia donde no nos pudieran escuchar con facilidad.
Comencé a contarle lo que había pasado en la pieza. Pero había cada vez más gente bailando cerca de nosotros. Así que traté de no mencionar ningún nombre y ser lo más grafico posible sin describir exactamente. Como era de esperarse, Romi no me entendía un carajo. Y una que otra oreja intrusa saltaba cuando yo decía un poco más fuerte  palabras como; “Mina…Sacar ropa…Y él, y luego ella… Y el pete, y el no sé qué con su no sé cuánto.”
Hasta que finalmente tuve que decirle que saliéramos a conversar al patio, porque era realmente imposible explicarle sin que medio mundo se enterara.
A eso había que sumarle la insidiosa mirada de Andrea desde lejos. Presintiendo que algo estoy escondiendo, y decidida a averiguarlo. Así que le hago un gesto desde lejos, para que se nos acerque.
Pero Romi viene recién llegando, y antes que cualquier otra cosa, quiere fumar y tomarse un copete.
Por suerte con Andrea teníamos todavía otro tequila guardado, y nos quedaba marihuana. Por consecuente, convencer a Romi de salir con nosotros al patio fue un tramité de lo más sencillo.
Nos sentamos al borde la piscina y las chicas metieron sus pies al agua mientras yo prepara los primeros shots de tequila.
Estaba oscuro afuera, pues ya era casi de noche y Andrea enrolaba un pito con la luz del celular.
La gente andaba particularmente piante a esas alturas, como si aún tuviéramos 16 años. Lo cual me hacía sentir mucho más joven de lo que soy realmente, lo estaba pasando de pelos.
Así que bueno, una vez bien voladas y con la sangre un poco más caliente, ambas chicas me pidieron una explicación.
Como ya no había gente cerca, me puse a contar las cosas tal cual sucedieron y ambas escucharon boquiabiertas a punto de morir de risa conmigo.
-¡No puedo creerlo! –Repetía Andrea, una y otra vez.
-¿Pero entonces, el cabro es cola también? –Preguntó Romi, dándole unas piteas al caño.
-¿Y qué se yo? El hueón me la chupo, y eso fue todo. No alcanzó a pasar nada más.
-Bueno, pero hetero no puede ser. Quizás la gusta la hueá pa’ los dos lados po. –Agregó Andrea pasándome la botella de tequila para que sirva más shots.
-Bueno, en volaá es curioso nomás. –Agrego Romi sosteniendo su shot de tequila justo antes de lanzárselo a la boca.-  Y este hueón del Jose, como es guapo, le llamó la atención y el loco quiso experimentar. Media hueá, no es pa’ tanto.
-Calmao’, calmao’ chiquillos. Háganla piola si po’. Fíjense quién está parado en el ventanal. –Dijo Andrea quitándome la botella para llamar mi atención.
Me quedé sin aire (en parte porque estaba aguantando el humo del pito), pero también porque Alan estaba de pie a lo lejos, mirando directamente hacia a nosotros.
Obviamente que todo ocurrió cero piola, y que Romi escupió el tequila a la piscina antes de cagarse de risa.
Sorprendentemente, Alan se rió también. Me morí de vergüenza por dentro. Debe haberse dado cuenta, incluso a la distancia, que yo le estaba contando todo a las chicas.
Nuestras miradas se cruzaron, y sin duda me sonrió. Yo quería practicarme hundirme en la piscina y no salir nunca más. Las chicas no paraban de reír. Yo junté fuerzas y me puse de pie para ir a encontrarme con Alan. Pero justo en ese momento uno de los conchesumadres-hijosdeputa, vino por mi espalda y me empujo a la piscina. Las chicas quedaron prácticamente bañadas con toda el agua que salpicó y cuando yo furioso salí a la superficie vi la cara del desgraciado de Pablo, meándose de risa.
Quise matarlo, sí. O ya bueno, no. Pero al menos tirarlo a la piscina también. Las chicas, por su parte, lo taparon a insultos. Andrea se levantó iracunda porque el muy pelotudo nos mojó toda la marihuana (Bueno técnicamente, fui yo el que la mojo. Pero él fue el culpable). Y Romi fue y  le escupió en la cara, creo que en ese pollo además de moco había un par de pepas de limón. Admito que eso me reconfortó bastante.
El muy imbécil se alejó riendo y volvió con sus compinches. Manga de retardados mentales.
Nadé a la orilla y me encontré con la mano estirada de Alan, quien me ayudó a salir del agua. Por supuesto que él también moría de risa, pero lo hacía de manera simpática, así que no me molestó.
-Ven, en mi auto tengo toallas de repuesto. –Me dijo antes de que yo pudiera siquiera darle las gracias.
Romi y Andrea, por otro lado, se alejaron corriendo con risitas cómplices. Me alegró al menos que la rabia se les hubiera pasado de un segundo a otro. Por eso las quiero tanto, porque son relajadas.
Volviendo a Alan, le seguí hasta el estacionamiento, nos costó un poco encontrar el auto porque estaba lejos de la casa y no había ninguna luz cerca. Alan hizo sonar el pitido de la alarma y lo pillamos.
Abrió la puerta trasera y de un bolso sacó una toalla. Mientras me secaba entero y le daba las gracias, él abrió la maleta (que por algún motivo estaba llena de ropa desordenada) y me prestó unos pantalones.
-Está bien, traje ropa de cambio, no te preocupís. –Le dije, pero el insistió, después de todo ya estábamos ahí.
Así que le pedí permiso y me cambié dentro de su auto. Por supuesto que el bromeó con que ya me había visto en pelota y que no tenía por qué cambiarme a escondidas. Pero mi real preocupación no era que me viera él.
Ahora, antes de que yo me diera cuenta, él se subió a mi lado en el asiento trasero y cerró la puerta. Se inclinó arriba mío y me besó. Yo no lo pensé dos veces ahora que estábamos solos, y le devolví el beso. Comenzamos a desvestirnos nuevamente (Por absurdo que sea, sí; Me saque los pantalones que él me había dicho recién que me pusiera).
Y obvio que nos pusimos a atracar jevi, jarcore, full trip-hop, ska. Agarramos como locos, sin dejar de reír, en primera instancia por lo hechos mierda que estábamos. Y segundo, porque claramente ambos lo estábamos disfrutando demasiado.
Pudimos haber “literalmente” follado, ambos somos adultos conscientes de lo que estamos haciendo y todo. Pero ninguno de los dos parecía realmente interesado en la penetración.
Lo cual me gustó bastante, después de todo hay mil maneras de pasarlo bien tirando, sin tener que “chocar el hueso”.
Estuvimos mucho rato atinando. Caleta, tanto que no podría hacer un estimado. Estábamos tan curados que ninguno podía irse. Así que cuando nos cansamos de agarrar nos acomodamos como pudimos, nos tapamos con una toalla y nos quedamos dormidos.
Creo que en algún momento de la noche, uno o varios autos se fueron. Después de todo, sólo algunos pretendíamos quedarnos hasta el otro día. Lo cual me hizo pensar que probablemente más de una persona nos vio juntos. Y lo confirmé cuando, despertando con los rayos del sol y una caña del demonio Belzebú, vi que ni siquiera los autos estacionados alrededor nuestro seguían ahí.
-¡Buen día! ¿Cómo dormiste? –Me dijo Alan cuando se dio cuenta de yo había despertado.
-Dormí la raja, pero amanecí pésimo. –Respondí volviendo a acostarme sobre su brazo
-Vamos, vistámonos y ayudemos a limpiar. Seguro que todos se sienten igual. –Me dijo sentándose y calzándose los primeros shorts que encontró en su bolso.
Yo me puse sus pantalones y ambos salimos a enfrentar el terrible sol al ritmo de Depeche Mode a todo volumen.
-Pff, ni la música apagaron estos piantes. –Me dijo mientras apuntaba al par de locos apagados de tele en el pasto.
-Pobres, se van a quemar. –Dije antes de soltar una macabra risa, pues la verdad me importaba bien poco si se insolaban. Alan, por suerte, se rió conmigo.
No tarde nada en encontrar a Andrea, la muy perla figuraba flotando sobre una cama inflable al medio de la piscina. Tenía sus gafas y sombrero puesto y una copa en la mano.
Me saludó desde lejos, y yo corrí a encontrarla.
-¿Qué tal tu noche? –Le pregunté tratando de ocultar la tremenda felicidad que sentía.
-¿La mía? la zorra. Me agarre a Pedro y… me lo culié.
-Ah estay fina, ¡you whore! –Le dije salpicándole un poco de agua desde la orilla.
-A vo’ pa qué te pregunto. Todos cacharon el mote.

Me morí de plancha cuando me dijo eso, pero al mismo tiempo me sentí súper winner.
-¿Cómo así? –Pregunté haciéndome un poco el loco.
-Hueón, todos cacharon que cuando el saco de madre del Pablo te empujó, el Alan salió corriendo y te sacó de la piscina. Después los dos maricas desaparecieron el resto de la noche. Y por los twits que he visto en mi teléfono; Se rumorea que los vieron culeando en un auto.
-Ah piola, otra noche más de locura en Las Vegas con el Jose.
-Y… ¿Te gusta? No te pregunto por la tula, esa se la conozco. Digo ¿“te gusta”?
La pregunta me descolocó un poco, no lo había pensado realmente. Creo que quizás me gusta un poco. Pero me cuesta tomar lo de ayer como algo serio.
-Es mino, súper rico y todo. Pero yo creo que fue puro hueveo, así que no me hago expectativas
-¡Eso es un sí! ¡Maricón, te gusta! ¡Te gusta, maraco, te encanta el pico! –Se puso a gritar como loca, y creo que incluso despertó a los zombies del pasto.
-¡Cállate loca de patio, no pasa nada! –Dije riéndome con ella.- A todo esto, ¿dónde quedó la Romi?
-La hueona postre, la última vez que la vi había amanecido sin calzones. Debe seguir buscándolos.
-Bueno, ¿Qué tal si la ayudamos y aprovechamos de limpiar un poco este desastre?
Nos cagamos de risa y fuimos dentro de la casa, donde estaba todo prácticamente hecho un asco. Isi figuraba raja a pata suelta en un sillón, estaba casi en pelota abrazada con el Vicho.
Alan aparecía de vez en cuando, paseándose con bolsas de basura por toda la casa. Y a lo lejos en el patio me pareció ver a Romi corriendo, se veía vestida, así que asumo encontró sus calzones.
Con Andrea nos motivamos a limpiar, pero sólo gracias a las Gatorades que habíamos comprado en la volada de ayer, previendo claramente, una resaca del terror.
Cada vez que me topaba con Alan recogiendo basura, éste me dedicaba una sonrisa juguetona. Me hacía sentir como quinceañera, pero era un sentimiento agradable después de todo.
Luego de un par de horas de orden, agotados decidimos que era hora de partir. Isi seguía durmiendo y no quisimos despertarla. Andrea corrió  a mi auto y se sentó esperando a que yo me despidiera de Alan.
No fue una despedida de cuentos como ustedes creen. Fue muy normal de hecho. Nos dimos un abrazo y una especie de topón cuneteado. Nos cagamos de risa, y nos dimos un beso de verdad. Él se subió a su auto y yo me fui al mío, donde Andrea me esperaba para partir (Y agarrarme pal hueveo todo el viaje, obvio).
Arranqué el motor y nos fuimos de la parcela. No pasaron ni cinco minutos y Andrea, agotada se quedó dormida. Supongo que molestarme le supuso un cansancio brutal.
Yo me fui sonriendo todo el viaje, al final el carrete reunión escolar fue mucho más interesante de lo que esperaba. Me alegré de haber ido, porque definitivamente superó mis expectativas. Se me hizo muy corto, sí. Pero lo pasé demasiado bien como para arrepentirme de algo.
Y si se preguntan qué fue de mí con Alan. Bueno, no intercambiamos teléfono ni nada. Pero siempre está el Facebook, y aunque podría esperar a que él me agregue, tengo una excusa perfecta para hacerlo yo mismo. Saqué mi teléfono de la guantera (cosa que todos sabemos no se debe hacer manejando), y lo busqué en Facebook. Apreté la opción para mandarle un inbox y le escribí:
-Se me olvidó devolverte tus pantalones. ¿Cuándo nos vemos?

FIN.

"Lobo por la Mañana"

Mi vida solía ser de lo más aburrida, en realidad no; Alguna vez fue una locura. Cuando jugaba haciendo castillos de arena y saltando olas en el mar, todo era distinto y ni hablar de cuando dejé la isla.
Realmente no estoy seguro de donde nací, pero me crié en una isla relativamente al sur. Donde los mitos y las leyendas eran mucho más importantes que cualquier religión. Y no digo que fuera un lugar de ateos o paganos, había una iglesia, muy grande y bella, pero mis padres nunca me llevaron a ella.
Ellos sí que eran escépticos. Suena irónico que murieran bajo causas sobrenaturales, y sin adelantar mucho, eso fue cuando la emoción volvió a mi vida. Se podría decir que soy de una generación perdida. No habían más chicos de mi edad donde yo vivía, estaban los recién nacidos y un grupo de adolescentes al cual yo moría (o bien mataría) por integrarme. Pero lamentablemente crecí solo, jugaba a patear pelotas contra las murallas hasta que rompía alguna ventana. Corría por los bosques gritando y descargando toda mi ira contra las represiones en mi hogar y deseaba que de la nada se materializara una chica de mi edad para pedirle que fuera mi novia. Me hice un ejército de amigos imaginarios que nunca pudieron entrar a mi casa por las tardes a tomar un vaso de leche con chocolate. Y comencé a escabullirme por las noches al bosque a observar al grupo de chicos mayores hacer sus fiestas clandestinas; nunca logré integrarme, nunca tuve valor para dejar de ser espectador entre los árboles, pero siempre tuve la sensación que sabían que yo estaba mirando (y harto fue lo que vi). Para el día en que mi adolescencia era latente, los otros chicos ya habían desaparecido uno a uno de la isla. Cumplían la mayoría de edad y se iban al continente, a las grandes ciudades, a vivir vidas de las cuales mis amigos imaginarios nunca podrían contarme. Mi llama de inocencia se apagó y todo lo mágico e infantil me abandonó. La soledad se apoderó de mí y no supe como sobrellevarlo. Mis padres por supuesto no me comprendían, yo era un chico rarísimo y todo el mundo lo comentaba. Yo era su vergüenza hecha carne. Y ni yo mismo me soportaba, intenté mezclarme con los adultos, actuando como ellos, observándolos detenidamente tardes enteras e imitándolos por las noches frente a un espejo. Pero nunca llegué a sentirme cómodo emulando gestos y posturas que encontraba absurdas. Sentía poco a poco como mi mente se expandía de tal manera que me hacía creer que yo no nací para morir en esa isla y cuando caí en cuenta que yo estaba en este mundo para ser algo mucho más grande, fue cuando lo oí por primera vez. El aullido de la emoción, el llamado de la pasada generación. La luz del mito brilló en mis ojos cuando asome el rostro por la ventana hacia la luna llena. Habían venido por mí. Yo estaba por cumplir mi mayoría de edad y aunque mis padres siempre me dijeron que no escuchara los cuentos que la abuela contaba los domingos por la noche en la plaza de la campana, yo sabía bien y creía realmente que cuando se hacía hombre en nuestra isla, también se convertía en animal. Mi momento de volar había llegado, saldría por la ventana a oscuras como cualquier otra noche y me iría al bosque para encontrarme con mi destino, con la generación a la que siempre quise pertenecer. La adrenalina volvió a latir bajo mi piel cuando me topé con la manada. Eran los mismos chicos de siempre, con la apariencia de siempre y una juventud irracional en sus rostros. Me esperaban ansiosos y sonrientes, esa noche ocurrió mi iniciación, esa noche me transformé y esa noche maté a mis padres, pues la manada se convirtió en mi nueva y única familia. Y así regreso la emoción a mi vida…
…Está bien, haré una pausa. Seguro ustedes estarán pensando: “¿Mataste a tus padres y tu vida ahora brilla y tus problemas se han ido?”. Bueno, bueno. No tomen tan literal todo lo que digo, solo me libré de ellos y dejé la isla.
Ser parte de la manada fue lo mejor que me ha pasado, aunque nos juntábamos solo una vez al mes por unos 3 días. Salíamos de la ciudad para irnos de juerga y era un descontrol brutal. El resto del mes cada uno vivía su vida, la mía claro, carecía de emoción. Trabajaba para unos chinos que nunca hablaron nada de español, pero creo que eso al final ayudaba a mi relación con ellos, nuestra comunicación no-verbal me mantenía en mis cabales, toda mi vida viví como un lobo solitario, no iba a dejar de serlo. Y bueno, ahí está el dilema. Los chicos me transmitieron todos sus conocimientos y me cantaron todas las reglas de nuestra hermandad. Y aunque yo siempre quise vivir el momento en que me aceptaran, me di cuenta que mi naturaleza siempre sería distinta. Yo era un ser solitario, y lo sigo siendo. Violé nuestro código, una mañana fría en que la luna menguante apenas se apreciaba en el cielo. Me transformé a pleno sol, en plena ciudad y cometí la más grande ofensa a nuestra raza: no lo hice en una llena. Mi expulsión de la manda fue inmediata y más bien pasiva. Nunca oí el llamado otra vez, nunca volví a toparme con ninguno de mis hermanos y perdí mi trabajo, porque bueno…. ...Maté a los chinos.
Sí, eso sí es cierto. Me adueñé del local, y la gente del barrio me conocía como su dueño legítimo (claro, después de explicar cómo mis antiguos jefes se devolvieron a su país a cuidar una sobrina huérfana desamparada y me legaron sus bienes).
Ustedes creerán que es algo cruel y que sentía que todo salía a la perfección y mi vida era fantástica y macabramente realizada. Pero no, volvió a ser de lo más aburrida y los fantasmas de mis amigos, padres, hermanos y “chinos” me acechaban día y noche. Eso y aquel tipo que se sentaba todos los días en el café al frente del local a leer el diario y observar a la gente que pasaba. El tipejo más raro que he visto en mi vida, más raro que yo, incluso. Estaba ahí sentado todo el santo día, todos los días, excepto los de luna llena. Cada Lunes, absurdamente me echaba más de una ojeada por sobre las páginas de su diario y me sonreía a modo de saludo.
Un día, inevitablemente se acercó a hablarme, se presentó como Rafael. Dijo que sería el ángel de mi salvación, y el demonio de la destrucción de esta ciudad. Dijo que era producto de mi imaginación, pero tan real y de carne como yo. Me ofreció una alianza, me ofreció ser todo lo que yo no era, me ofreció un pacto y una vida nueva. Todo a cambio de un precio considerablemente tentador: Mi transformación.
Quería mi cuerpo prestado cada mañana del mes, excepto los días de luna llena. Yo podría usar el suyo a cambio, cada una de esas mañanas. Vivir como un magnate, rico y señor de prostitutas en autos convertibles.
La emoción volvió a correr por mis venas, mi vida volvía dar un giro y la tentación me atrapó tanto o más fuerte que la soledad de mi, ya olvidado, pasado.
Rafael lo era todo, tenía un instinto asesino incomparable y un carisma diabólicamente irresistible. Me era imposible llenar sus zapatos, no podía actuar con naturalidad en su cuerpo y su vida me era completamente ajena. Él por el contario, se apoderó de la ciudad en poco menos de dos semanas. Masacró a quien se topara en su camino. La gente dejó de existir por las mañanas, el sol se escondió para siempre y la nieve cubrió toda la ciudad desde el día de hoy a la eternidad.
Entonces mis hermanos volvieron, lamentablemente para darme caza. Rafael insistió que por mi seguridad me quedará en su cuerpo, adoptara de una buena vez su personalidad y viviera mi nueva vida hasta el final del interminable invierno que azotaba la ciudad.
Accedí sumisamente, solo hasta el segundo en que caí en cuenta por qué él nunca se transformaba en luna llena. La manada se transformaba cada luna llena, bajo sus leyes me buscaban para cazarme y restaurar el balance y la ética de sus retorcidas orgías en los bosques. Por lo tanto, recurrir a ellos era inútil. Mi única salida, es adueñarme de este cuerpo, ir por Rafael y acabar con su abuso y su poder sobre mí, poder que yo le cedi, estúpida y voluntariamente. Tomar control de mi mente, mi cuerpo y mi vida. Básicamente hacer real y tangible el pelotudo dentro de mi cabeza que vivo reprimiendo para sentirme normal, pero que me hace sentirme cada vez más ajeno y aislado. Usar a mis fantasmas, en mi beneficio. Ellos saben dónde está Rafael, escondido de mis hermanos, guardando mi cuerpo hasta que termine la fase de la luna. Yo sé, donde está Rafael, yo sé dónde están mis huesos y mi sangre. Y sé lo que tengo que hacer…
Enfrentar a Rafael no fue sencillo, sobretodo porque era esencial acoplarme a su cuerpo para manejarlo a mi voluntad y no la de él. Lo encaré en el sótano del local de los chinos: “¿Qué haces aquí? ¿No querrás tu cuerpo de vuelta tan pronto?”- Dijo Rafael. Le respondí que podía llevárselo al infierno, ahora tengo su cuerpo y voy a utilizar su vida a mi antojo. Sabía que si se transformaba en luna llena la manada lo encontraría de inmediato, por lo tanto estaba indefenso, frente a una versión sádica de mí mismo, sediento de sangre.
El miedo se dibujó en su rostro por primera vez, mientras el triunfo y la seguridad que yo había perdido tiempo atrás volvían a mis ojos. Mi ejército estaba de regreso, cubriendo mis espaldas. Armado de un coraje olvidado y de unas garras que solo el cuerpo de Rafael podría tener, le despedacé la cara, aquel rostro sin vergüenza que alguna vez fue mío, quedó brutalmente desfigurado. En el suelo lo desmembré lenta y tortuosamente, observando y degustando la aniquilación de todo lo que alguna vez fui. Mordí sus extremidades hasta el punto de roer sus huesos y solo entonces vi mi reflejo a la luz de la luna llena. Era un lobo otra vez, pero no el mismo de antes. Era un lobo seguro, magno y elegante. Era un ganador y mi manada estaba otra vez a mi lado, dispuesta a recibirme, porque yo había regresado. Ellos nunca me abandonaron, yo me alejé de ellos, y ahora estoy listo para volver, porque nada me puede apartar de quien soy en realidad, ahora que he abrazado mi nueva identidad.
Ah por cierto, como nota aparte… Maté al imbécil de las conspiraciones, y bien merecido que lo tenía.

Amante en la Oscuridad


No puedo decir a ciencia cierta quien o qué es.
Su primera aparición fue aterradora, y escalofriantemente placentera.
Yo estaba despierto en sueños, tumbado en mi cama;
Sentí una helada mano bajando por mi hombro y una pierna aprisionando mi cuerpo.
Quería escapar pero sin duda lo estaba disfrutando.
El miedo me hizo caer de la cama, me reincorporé aliviado de saber que era un sueño…
…Hasta sentir poco a poco como se sentaba a los pies de mi cama.
Quería reaccionar, pero temía que el menor movimiento me confirmara que había alguien más ahí.
No pasó mucho tiempo hasta que desperté realmente.
Alumbré tímidamente mi habitación, confirmando que no había nadie más en ella.
Pude dormir las noches siguientes, encendiendo la luz cada vez que me despertaba en tinieblas.
Pero no pasó mucho tiempo hasta que volví a tener el mismo sueño, esta vez mucho más consciente cuando esa fría mano bajó por mi hombro.
Me entregué completamente, sentía como mi pecho se hinchaba de aire, sentía un fuerte y genuino amor por ese desconocido e intenté por todos los medios ver su rostro, pero era una gran mancha borrosa.
Una vez alguien me dijo, que los rostros de las personas en nuestros sueños solo pueden ser rostros que hayamos vistos antes.
Creo que este rostro aun no lo conozco, pero si conozco esa alma, conozco a esa persona, siento una conexión, que va más allá de mi inconsciente y siento por primera vez que esa estrella me corresponde.
Asumí control absoluto del sueño, trate de colocar rostros sobre el borrón que había en sus hombros, pero ninguna parecía encajar.
Perdí el control y me despedí abruptamente con la seguridad de que en algún lugar de este universo está esa persona, buscándome también.

"La Biblia de Marco"

Muy pocas veces conozco gente interesante. No voy a decir tampoco que soy un chico muy sociable; pero no tengo problemas con nadie en particular en el colegio.
Asisto a una escuela pequeña, todos saben quien es el único Daniel aquí, y efectivamente, ese soy yo.
A decir verdad, muy poca gente me llama la atención. Tengo mis amigos en el curso, por supuesto, comparto con ellos en los recreos y a veces me junto a estudiar en sus casas.
Si, bueno, quizás sí soy un poco antisocial y mis amigos no son más que compañeros con los que tengo buena onda. Pero es que me parecen tan básicos y aburridos que no me despiertan mayor interés. A mis dieciséis años puedo decir que me he resignado a la escuela en que estoy. Insistirle a mi padre que me cambie de colegio ya es inútil. Mi única esperanza cada año, es esperar que llegue algún compañero nuevo. A veces sucede, pero como es usual, no es nadie fuera de lo común. Entonces nace la esperanza de que a mitad de año, llegue alguien al cambio de semestre. La cual es todavía más absurda, porque llega mucha menos gente y eso es si es que llega alguien nuevo.
Pero mi historia no tendría mucho sentido si no fuera por algún compañero nuevo. Es ahí donde entra Marco en mi vida. A mitad de año fue transferido a nuestra humilde escuela. Era la segunda semana de vuelta de vacaciones. Todos teníamos nuestros asientos designados desde comienzo de año, y debido a mi asombrosa sociabilidad el único asiento desocupado de la sala estaba al lado mío. En el rincón más alejado del profesor.
Entró aquel día a la sala el inspector, temprano por la mañana, con su mano apoyada en el hombro de un chico de estatura promedio, pelo negro, tez blanca. Y lo presentó frente a la clase. Ojos grises, mirada sombría y sonrisa incómoda. Un chico algo freak, lo admito, por un momento me decepcioné muchísimo. Eventualmente le indicaron que se sentara al lado mío. Ninguno de mis compañeros despegó la vista de él mientras se encaminaba por entre los pupitres. Él, al contrario, no reparó en absolutamente nadie. Con un rostro de lo más serio cruzó la sala hasta llegar al lado mío. Por supuesto que yo le examinaba de pies a cabeza. No tengo idea de que con que expresión en mi rostro, sea como sea pareció agradarle, porque justo antes de sentarse me miró a los ojos y me dedicó una sonrisa amable. Acto seguido clavó su mirada en el profesor de donde no se despegó hasta el final de la clase.
Hice un esfuerzo de sobremanera por acercarme a él en el recreo, conocerlo un poco o lo que sea. Mis compañeros por supuesto, se adelantaron. Sin embargo, no prestó atención a ninguno, simplemente se dirigió al baño sin responder ni una sola pregunta. Los chicos estaban desconcertados. Yo, en todo lo que es mi marco psicópata, fui al baño tras de él.
Curiosamente, cuando llegué no le encontré por ninguna parte. La verdad parecía como si no hubiera nadie en el baño. Algo tétrico, muy poca luz entra en esos baños, siempre sucios, con luces parpadeando en el techo. Agua rebalsando los lavamanos inundando el suelo y un poco de humo. Bueno el humo no era algo usual en los baños, pero había humo que venía del fondo del baño. Camine lentamente, tratando de guardar silencio. Mas no alcancé a llegar ni a la mitad del baño cuando algo me abordó por la espalda y se posó en mi hombro. No pude evitar saltar y en un esfuerzo por mantener mi hombría, reprimir un grito. Obviamente era Marco, con su sonrisa amable saludándome. Mi reacción de lo más inconexa, fue preguntarle qué demonios estaba haciendo. Dijo que simplemente se estaba fumando un cigarro. Ahora, eso es cuestionable, la verdad ese fue el primer gran misterio que presencié alrededor de Marco. Digo, yo fumo cigarros, he fumado marihuana y bien creo saber distinguir olores y ese humo no era nada que yo hubiera sentido antes. No le hice muchas preguntas, la verdad, Marco aprovechó mi inhabilidad para conversar y tomó control de la situación. Nos sentamos en el patio bajo la mirada celosa de todos mis compañeros y me contó un poco de su vida. Sobre la reciente muerte de su padre, motivo por el cual se vino con su madre a la capital. Y como toda su vida él y su madre habían sufrido los abusos de un padre inestable mentalmente. Pude sentirme algo identificado con su historia, yo también soy hijo único y vivo con nadie más que mi padre, la última vez que supe algo de mi madre fue hace más de 7 años.
Marco siempre se las arregló para evitar contar muchos detalles de su vida, y en cambio, hacerme hablar a mí sin cesar. Nos volvimos buenos amigos en muy poco tiempo, ya que no compartíamos con absolutamente nadie más en el colegio. Su actitud en clases nunca cambiaba, siempre estaba con su mirada y atención clavada en el profesor. Yo de vez en cuando intentaba hablarle sin mucho éxito, me quedaba mirándole absorto como sus ojos nunca se despegaban de la clase. Esto cambiaba, por supuesto, cada vez que salíamos a recreo. Nos sentábamos juntos, compartíamos colación y buscaba siempre alguna manera de hacerme reír a carcajadas. Nunca dejó de llamarme la atención la indiferencia de Marco hacia el resto, ni que nunca volví a verlo “fumar” en el baño. No me importaban entonces los misterios a su alrededor, Marco me hacia sentir cómodo e integrado por primera vez en mucho tiempo. Un día decidí invitarlo a almorzar a mi casa después de clases. Honestamente, me tomó unas semanas hacerlo. El único momento del día en que interactuaba con Marco era en el recreo, nunca nos habíamos visto fuera del colegio y eso me hacía pensar que probablemente me diría que no. A pesar de mis inseguridades, Marco se mostró muy contento con mi invitación y aceptó inmediatamente.
Mi padre también estaba encantado con la idea de conocer al compañero del que tanto le he hablado y gustoso nos preparó almuerzo. Fue este día que empecé a notar detalles en Marco que llamaron de a poco mi atención, por supuesto no les di real importancia hasta aquel día que entré por la fuerza a su casa; pero no nos adelantemos a los hechos. Camino a mi casa me di cuenta que Marco estaba usando un aro en su oreja derecha, y no un aro cualquiera como esas típicas argollas que usa todo el mundo. Era una especie de gota de cristal con una piedrecilla negra en el centro. Por supuesto que no lo usaba en el colegio, por eso es que nunca lo había visto. O al menos esa fue la explicación que me dio él; Algo evasiva y absurda, pero eso era normal dentro de su, a veces, errático comportamiento. Como cuando se quedó parado en el umbral de la puerta de mi casa esperando que yo literal y formalmente lo invitara a pasar.
Pero fuera de esas cosas, Marco regularmente parecía un chico normal, y me hacia sentir normal a mí también. Bueno, no quiero decir que yo no lo sea. Pero ciertamente Marco no era un chico común. Y viéndolo así, en retrospectiva, quizás ese haya sido el motivo que me haya impulsado a hacer lo que hice esa tarde mientras estábamos echados en la cama viendo televisión. Me acerqué sorpresivamente y le planté un beso en los labios. Por supuesto que él se apartó de inmediato con una oscuridad en la mirada que me dijo inmediatamente que no debía haber hecho eso. No alcancé a articular ni una sola palabra antes de que Marco tomara su mochila y se fuera de mi casa sin decirme una sola palabra. Me sentí pésimo, evidentemente, había arruinado la “amistad” que teníamos por un acto netamente egoísta y no sabía exactamente con qué cara lo miraría mañana en el colegio. Lo único en ese momento que me hizo sentir mejor, fue encontrarme su aro tirado en mi cama. Dejado ahí deliberadamente, sin embargo, para mí no era algo evidente en ese momento. Lo colgué de mi cuello con una delgada cadena de plata y me acosté a dormir sin poder sacar de mi cabeza la estupidez que acababa de hacer.
Al otro día llegué tarde a clases y como era usual, la mirada de Marco no se desvió ni un milímetro al pasar a su lado para sentarme. No dijo ni una palabra hasta que salimos a recreo, y entonces, sorprendentemente su sonrisa de siempre seguía ahí, en frente mío como cualquier otro día. Se disculpó por su reacción en mi casa, dijo que simplemente lo atrapé desprevenido y que fuera de todo, lo había pasado muy bien. Insistió que fuera ese mismo día a su casa, a almorzar con él y conocer a su madre. Obviamente acepté más que contento.
Debo aclarar, que yo en ese entonces no tenía idea realmente de con qué me estaba involucrando, pero no era tampoco el momento de cuestionármelo.
La casa de Marco era impresionante, era una tremenda mansión con un patio del porte del colegio. Resultaba ilógico que viviera nada más que con su madre en una casa tan grande. Marco simplemente se rió cuando le pregunté si vivían con alguien más o para qué vivían en semejante propiedad. Antes de que yo pudiera insistir su mamá nos recibió.
Nunca olvidaré lo dulce y amorosa que fue ese día, cuando más viva y dentro de sus cabales le vi. Apenas entramos a la casa Marco se excusó para ir a ordenar su habitación antes de enseñármela, subió corriendo por la enorme escalera de mármol ubicada justo en la entrada. Yo mientras, seguí a su madre hasta la cocina. La ayudé, por supuesto, a preparar la mesa y conversamos un montón de trivialidades mientras Marco se tardaba cada vez más. Eventualmente llegamos a tocar el tema de la reciente muerte de su padre, y quizás yo fui un poco desatinado al preguntar, pero Marco nunca me había contado realmente que le había sucedido. Su madre muy dulce y tranquila me dijo que su marido solía ser un hombre muy fuerte y sano hasta que un día su corazón repentinamente dejó de latir. No supe bien cómo interpretar eso, pero no hice mas preguntas. Marco justo apareció y su madre automáticamente cambio su rostro y siguió cocinando. Mi amigo me dijo que subiéramos a su pieza mientras ella terminaba de hacer el almuerzo y yo le seguí inmediatamente.
Sorprendentemente, la pieza era algo nada que ver con el resto de la casa. Estaba casi vacía, tenía un par de estantes con libros y un escritorio con su computador. Había por lo menos tres crucifijos a simple vista, no tenía idea que Marco fuera alguien de fe, en realidad nunca habíamos hablado de religión. Él dijo que es importante creer en algo en este mundo, ya que es la única manera de dar explicación a hechos que la ciencia nunca comprenderá. Quise preguntarle que quería decir con eso, pero me distrajo un libro notoriamente más grande que el resto de los apilados en su escritorio. Se veía muy viejo y maltrecho, Marco dijo que era una Biblia que había sido entregada de generación en generación en su familia. No sabía a ciencia cierta cual era su antigüedad, pero sin duda era un objeto invaluable. Y diabólico por lo demás. Hoy puedo decir con toda seguridad que ni el propio Marco sabe cuantos años tiene ese libro, y que sin duda es una reinterpretación de escritos tan antiguos como las pirámides de Egipto.
Pero volviendo al momento exacto en que yo no sabía absolutamente nada, antes de que yo me atreviera a examinar semejante legado del demonio, Marco notó que yo traía su pendiente colgando de mi cuello. Quise devolvérselo, pero él insistió que me lo quedará, dijo que era un amuleto y que ojalá lo usara siempre, por que me protegería. ¿Protegerme de qué, exactamente? Ni idea, Marco me besó antes de que yo pudiera siquiera pronunciar una palabra, y por supuesto le devolví el beso.
De ahí en adelante se volvió rutina pasar nuestras tardes juntos. Fuera en mi casa o la suya, matábamos el tiempo tomando cerveza y jugando videojuegos. Por supuesto que de vez en cuando, nos dedicábamos a estudiar y hacer tareas para el colegio. Pero básicamente, lo único que importaba era estar juntos. Es aquí cuando comienza a extrañarme el hecho de que muy rara vez veía a su madre en casa. Y si aparecía era para servirnos algo de comer y desaparecer nuevamente. Lo que mas me llamaba la atención eran sus constantes cambios de personalidad, cada vez parecía ser una mujer distinta en un cuerpo poco a poco mas deteriorado. A veces incluso me molestaba la manera autoritaria con que Marco le hablaba y ella simplemente acataba a todo lo que su hijo le solicitara. También debo mencionar que me resultaba completamente extraño que siempre usara pañuelos y bufandas cuando el clima ni siquiera lo ameritaba. Marco, como era usual, evitaba de manera inteligente cualquier pregunta que yo le hiciera. La verdad es que la actitud apagada, deprimida y sumisa de su madre me desconcertaba cada vez más. La personalidad de Marco también mutaba de vez en cuando, habían días donde se comportaba como un verdadero cavernícola, frío e irascible. De un segundo a otro podía volverse dulce y tímido, y habían días en que un agotamiento súbito se apoderaba de él y pasaba toda la tarde tirado en un sillón quejándose de brutales jaquecas.
Comencé a pasarme muchos rollos, pero traté de esconder toda preocupación. Marco siempre fue alguien muy intuitivo y se molestaba cuando notaba que yo me interesaba más de la cuenta en su comportamiento y en el misterio alrededor de su desequilibrada madre.
Pero no fue hasta el primer fin de semana que Marco me dijo que no nos viéramos, que me decidí a hacer algo. Después de todo, me volví algo posesivo con mi amigo. Y que de un momento a otro rompiera nuestra sagrada rutina, despertó en mi un montón de inseguridades y celos absurdos de absolutamente nadie en particular. Aquel viernes Marco insistió exageradamente que no lo contactara, ni mucho menos me apareciera por su casa. Y claramente esa fue la gota de curiosidad que me faltaba para salirme de mis esquemas y decidir espiar qué demonios estaba sucediendo con mi amigo.
Esa misma noche, a eso de las once, salté la reja de su casa como un vil delincuente y me eché a correr por el inmenso patio de su ostentosa propiedad. Había muchas luces encendidas en toda la casa. Lo cual era muy extraño, pues se supone nunca hay mas de tres personas ahí. Al acercarme más, caí en cuenta de que la casa estaba repleta de gente, había una especie de fiesta (Y admito que por un momento pensé que era de disfraces, pues estaba llena de bichos raros).
Me costaba entender por qué Marco me había ocultado aquella reunión bizarra en su casa, pero no tenía realmente alguna claridad de qué era lo que ahí estaba sucediendo. Mi curiosidad me llevo debajo de una de las ventanas del comedor. Podía ver perfectamente lo que ocurría en el salón principal. Ahí estaba mi querido amigo, conversando con sus extraños amigos. La mayoría de los asistentes vestían de negro, incluido su anfitrión. Había mucho ruido, no podía captar ninguna conversación de manera nítida, pero sí ver el comportamiento salvaje de algunos invitados. Muchos de ellos tenían una mirada brutalmente desquiciada. Lo más escalofriante de la escena fue ver a la madre de Marco, como era usual, actuando de sirvienta con una bandeja en sus manos, ofreciendo copas de lo que parecía ser vino tinto. Está vez se veía mas rara que nunca, era prácticamente un zombi. Actuaba de manera robótica y desganada. Por primera vez le vi el cuello descubierto y me interrumpió la respiración ver unas horribles y terroríficas marcas en su cuello. Claramente mordidas, y por descabellado que sonara parecían las de un animal, dos círculos grotescos, hechas seguramente por un par de colmillos.
Más intrigado que nunca, me las arreglé para escalar una enredadera hasta la ventana de la pieza de Marco. La abrí sin complicaciones, y caí rodando en su cama. Por un segundo llegué a pensar que me había equivocado de habitación. Esta pieza no era nada parecida a la que yo conocía. Estaba llena de velas encendidas por todos lados, los crucifijos boca abajo. Antiguos libros tirados por todos lados, cuchillos y fuentes con lo que parecía ser sangre. Mis manos comenzaron a temblar, entre los gritos y risas macabras de los invitados y un hedor grotesco que venía del closet; Me acerque al escritorio donde la Biblia de Marco se encontraba abierta de par en par. Y al ver horrorizado el contenido de ese libro, el temblor de mis manos se esparció por todo mi cuerpo y comencé a sudar frío. Pensé que me iba a desmayar mientras leía cada palabra ahí escrita. Llegué a desconocer de un segundo a otro a la persona que había estado a mi lado todo este tiempo. En mis manos tenía un libro de magia negra, y la página abierta hablaba de un pacto con demonios para poder controlar humanos. Requería de arrancarle el corazón a un hombre y usarlo como ofrenda, hablaba también de alimentar a los demonios con la persona a controlar. Había marcas en otras páginas, hablaban de rituales de atracción, la mayoría describían nubes de humo de elementos que no me atrevería a mencionar. Creí que en cualquier momento me pondría a llorar, pero me congelé cuando sentí pasos subiendo la escalera. Pasos cada vez más fuertes que parecían ir acelerando. Me costaba reaccionar, pensé en saltar por la ventana o esconderme debajo de la cama, pero tiempo realmente me faltaba. No pude ni moverme antes de que Marco apareciera con su mirada desquiciada en la puerta de la habitación. Después de recuperar el aliento se me acercó lentamente con una cara tan asustada como la mía. Yo permanecía inmóvil, es más, creo que ni siquiera podía escuchar lo que me decía mientras me tomaba por los hombros para hacerme reaccionar. Fue su mirada la que me tranquilizó, a pesar de que reflejaba terror, también me daba confianza. Supe en ese mismo instante, que Marco temía por mí. Quería que me fuera lo antes posible de su casa, dijo que corría muchísimo peligro con esa gente, que casi no eran humanos. Yo aun no podía articular palabras, sin embargo, me negaba a irme sin una explicación.
Marco, abrió su closet y vi un altar grotesco, lleno de partes humanas. Al centro se encontraba el corazón de su supuesto padre. Algunas extremidades pertenecieron a los verdaderos hijos de la pareja que Marco escogió como familia en este lugar. Mi amigo insistió que nuestra amistad no tenía ningún sentido, que mi vida corría peligro y la de él cambiaba constantemente; Viviendo en muchos lugares distintos, inventando diferentes identidades.
Debo admitir que me dolió convencerme de que Marco en todos los lugares donde vivía tenía un “mejor amigo” que acababa por desechar después de un tiempo. Así que no dejé que me explicará más y arranqué, bajé corriendo las escaleras y salí lo más rápido posible por la puerta principal, ante la mirada de un montón de demonios en juerga, me pareció incluso haber visto el cuerpo de la madre postiza de Marco, tirada y desangrada.
Seguí corriendo con todas mis fuerzas por el tremendo patio en dirección a la reja y podía oír perfectamente como alguien me perseguía, no tenía el coraje para mirar hacia atrás y asegurarme de que fuera Marco y no alguien más.
No muy lejos de salir de la propiedad, fui alcanzado y abordado por un desconocido, alto de ojos negros y sin vida, que asomaba unos grotescos colmillos entre sus labios. Me quede petrificado al ver como acercaba su cara a mi cuello y por supuesto me mordía. Pensé que moriría en ese mismo instante, me encontraba tan agitado que ni siquiera sentí los colmillos penetrar mi piel. Me deje caer pensando que sería mi fin. Pero al contrario, fue el vampiro quien cayó al suelo primero. Unos segundos después de probar mi sangre, comenzó a desintegrarse frente a mí, pudriéndose a una velocidad tremenda hasta verse reducido a un montón de huesos. Marco llegó corriendo justo para sostenerme cuando mis rodillas cedieron a mi peso. Yo estaba horrorizado y estupefacto mientras veía la mansión repentinamente en llamas. Y así estuve todo el camino a mi casa con Marco. Quien con su Biblia bajo el brazo me explicó como el amuleto que me había regalado, y que seguía colgando de mi cuello, me había protegido matando al demonio. Admitió que el motivo por el que me lo había dado era para protegerme de su sangre de hechicero, que por absurdo que suene, podría infectarme. Me confesó que soy la única persona a la cual le ha contado alguna vez sus secretos y que efectivamente tiene sentimientos hacia mí que nunca había sentido por alguien más.
Ahora, cualquiera pensaría que es una locura permanecer con un asesino que maneja la magia negra, pero la verdad fue que convencimos a mi padre de que adoptara a Marco (Al margen, por supuesto, de toda la situación del ocultismo). Y eventualmente, me enteré de la historia de su vida y sobre su verdadera familia.
Finalmente, puedo decir que conocí a alguien más que interesante en Marco. Puedo asegurar que confío en él y sobre si acabé convirtiéndome en un hechicero también…
Bueno la posibilidad está, y aunque no sea algo inevitable; Prefiero dejar esa historia para otra ocasión.

Un Chico Atípico "3er Episodio"

3er Episodio

Desperté a la mañana siguiente algo aturdido, mareado y por supuesto con resaca. Recorrí la habitación con la mirada buscando a mi novio y tratando de recordar lo ocurrido anoche. Estaba solo en la cama completamente desecha. Poco a poco imágenes de lo ocurrido se ordenaban en mi cabeza, como una especie de rompecabezas pero con muchas piezas faltantes. Me lleve la mano al cuello inmediatamente, busque manchas de sangre en las sabanas, en las almohadas… Nada. Corrí al baño a verme en el espejo; Mis ojos estaban algo irritados por el sueño, pero se veían normales. Mi cuello estaba perfecto, ninguna marca, nada, absolutamente nada. Mis dientes no habían cambiado, no había colmillos o algo fuera de lo común. Me sentí muy estúpido al pensar realmente en la posibilidad de que mi novio fuera un vampiro. Tan lejos no podía llegar lo de ser atípico. ¿Podría ser que todo lo que sucedió anoche, sucedió nada más que en mi imaginación? De seguro. Si tomamos en cuenta lo mucho que bebí y fumé marihuana, quizás algo de sentido tenga mi sueño-alucinación-whatever. Volví a la habitación, confundido pero aliviado al mismo tiempo. Y ahí se encontraba él, tirado en la cama con desayuno para ambos en una bandeja.
-¿Qué tal dormilón? ¿Cómo amaneciste?
Dijo sonriéndome, como siempre. Me acerque a él, me tiré a su lado en la cama y lo examine. Sus ojos se veían normales, igual irritados por el sol como es usual en él. Sus venas no sobresalían mucho y su piel tenía el particular color de siempre. Incluso le abrí la boca para examinarle sus dientes, pero no había nada anormal. Él se dejaba tocar y manejar, entretenido, como si supiera exactamente que es lo que estoy buscando. Me molestó un poco la situación, me sentía un idiota, me sentía ridículo y sin duda que lo que estaba haciendo carecía de sentido.
Entonces vino a mi cabeza otro detalle de anoche y es aquí donde realmente me molesto, pero lo hago conmigo mismo. Por no recordar, por no saber que había ocurrido anoche, la noche que supone haría el amor por primera vez con mi novio. Pero antes de que pudiera formular alguna pregunta, la vergüenza en mi rostro me delató. Mi novio me contó que anoche estábamos tan borrachos que nos quedamos dormidos apenas llegamos. Y eso fue otro alivio más, pues me aseguraba que lo que ocurrió no fue más que un sueño y también porque significaba que no me había quedado dormido mientras lo hacíamos (y eso si que sonaba preocupante).
La verdad es que mucha importancia no le di a aquel sueño bizarro, al menos hasta la noche, donde nuevamente entre drogas y alcohol nos tiramos a la cama. Ya que las cosas se dieron tal y como la noche anterior. Él estaba sobre mí con el mismo rostro siniestro. Su piel se coloreaba y sus venas se marcaban. Sus ojos se inyectaban en sangre y su sonrisa me servía de cable a tierra. Esta vez fue incluso más brusco. Se dirigió de inmediato a mi cuello y me mordió con fuerza, demasiada según recuerdo. Sentía correr sangre, veía las sabanas manchadas. Y mi corazón comenzó a latir tan fuerte y rápido como el de mi novio. Sentí los mismos cambios de la vez anterior y un hambre brutal. Podía tocar con mi lengua los nuevos y afilados colmillos en mi boca. Él me soltó e inclinó su cabeza hacia un lado, dejando su cuello a mi disposición. Podría decir que actué casi por inercia. Mis labios se pegaron a su piel antes de que yo pudiera siquiera meditar lo que estaba pasando. Y lo mordí con la misma fuerza feroz con que él me había mordido a mí hace unos minutos. Al probar el primer sorbo de su sangre mi cabeza dio vueltas, mi vista se nublo. Traté de aclararme los ojos, mientras succionaba toda la sangre que podía. Estaba entrando a desesperarme, quería incluso más de la que podía beber en cada trago. Veía incontables colores y sentía mi cuerpo retorcerse. En cualquier momento perdería el conocimiento, y realmente traté de evitarlo, pero cuando mi novio me mordió por segunda vez no pude soportar el éxtasis que me produjo y caí abatido. Mas mientras yo figuraba inmóvil en su abrazo, podía sentir como mis colmillos regresaban a la normalidad y mi temperatura bajaba, sentía perfectamente como mi piel cedía y mis latidos se regulaban hasta quedarme profundamente dormido.
Está demás decir que a la mañana siguiente no había marcas ni en mi cuello ni en el de él. Las sabanas estaban impecables y yo nuevamente me había rendido al sueño antes de que pudiéramos hacerlo. Sin embargo, no me sentía tan idiota y avergonzado como el día anterior. La verdad me intrigaba el motivo de mis sueños “vampíricos” o lo que sea que fueran. Así que se los comente a mi novio, quien los encontró nada más que absurdos y divertidos. Creo que era de esperarse, quizás yo les estaba dando demasiada importancia. Lo que me debería preocupar realmente era el hecho de que nuevamente falló el intento por tener relaciones. Me prometió que esta vez lo haríamos completamente sobrios. Y así fue, nada de sueños, mordiscos, sangre o cambios físicos. Bueno, quizás cambios en él si hubo, pero de haberlos fueron tan sutiles que probablemente me los imaginé dentro de mi psicosis onírica. Y honestamente, no fue gran cosa, o sea, fue fantástico, si. Pero nada en comparación a las emociones que me producían mis sueños, que debo admitir se volvieron recurrentes en nuestra relación. Las semanas pasaron y cada vez que íbamos a hacerlo borrachos yo perdía el conocimiento dentro de mis cada vez mas excitantes sueños. Y alguna que otra vez lo hacíamos sobrios. Pero yo prefería lo otro, drogarme hasta el punto de caer dormido y tener esas extrañas alucinaciones que solo tenía estando con él. No se como no sospeché nada, todo era muy evidente en realidad y a pesar de que él hacia las cosas cada vez mucho más evidentes, yo no lograba codificar el mensaje. Fue necesario un suceso drástico para que nuestro juego y nuestras ilusiones dieran un giro completo y se volvieran un actual vacío.
Hasta el día de hoy no se ni puedo entender por qué hizo eso, o por qué no me convirtió o como podría yo llegar a ser así. Él me confirmó su naturaleza cuando unos neo-nazis me dejaron moribundo en plena alameda.
Yo había estado carreteando con mis dos mejores amigos, porque él estaba visitando a sus padres en el extranjero. Ellos aparecieron de la nada, como si nos hubieran estado esperando. Con fierros reventaron la cabeza de uno de mis amigos y antes de que su novio o yo pudiéramos reaccionar, ya nos tenían en el suelo. Yo estaba demasiado borracho como para siquiera intentar defenderme. Veía autos pasar a toda velocidad, gente cruzando la calle u otros corriendo lo más lejos posible, y nadie hacía nada. Mi rostro inexpresivo era golpeado una y otra vez contra el pavimento, la sangre corría tanto o más que en mis sueños, recibía múltiples patadas y mis piernas fueron azotadas con fierros hasta que deje de sentirlas.
No se cuanto tiempo estuve tirado, viendo como mis amigos se desangraban igual que yo, sin poder moverse, sin siquiera intentarlo, porque el dolor era brutal, intenso y cada vez mayor. Estaba apunto de cerrar mis ojos cuando el aire pasó rápidamente entre mi cuerpo y el suelo. Alguien me sostenía en sus brazos y recostaba delicadamente mi cabeza en su hombro. Reconocí de inmediato su olor, su piel, su fuerza, su voz y su particular mordida en mi cuello. Pero esta vez no fue placentero, al contrario, fue terrible. Mi piel luchaba con mis huesos rotos y mis colmillos se abrían camino entre mis encías con una brusquedad muy distinta a la de tantas otras veces. Quise que me soltara, por primera vez quería que me dejara. El dolor era insoportable, quería morir ahí mismo, lo antes posible. Pero el hambre me mantuvo despierto, la sed me hizo morderlo de vuelta. Y mientras bebía sentía como igual de dolorosamente mis huesos se encajaban, podía sentir nuevamente mis piernas. Mis costillas volvían a su lugar dejándome respirar con facilidad. Pero antes de que el resto de mi cuerpo se recuperara me separó de él. Mirándome fijamente, con el corazón roto a través de sus ojos, me depositó nuevamente en el suelo. Su encantadora sonrisa había desparecido, en su rostro había amargura.
-Esto nunca debió ocurrir...
No sé a qué se refería exactamente, pero desde ese momento supe que mis sueños ocurrían realmente, que él enmascaraba esos momentos con drogas y alcohol para confundirme. Supe lo que él era y quise ser como él, hice un último esfuerzo lucido por pedirle que me convirtiera, pero él respondió que simplemente no podía, que no sabía hacerlo.
Y esas fueron las últimas palabras que me dijo antes de desaparecer, para siempre. Abandonándome malherido, casi inconsciente entre mis dos muertos mejores amigos y esperando ayuda.
Hoy, quince años después, puedo decir que nunca me volví a enamorar. Puedo decir que nunca voy a conocer a alguien tan especial y que nunca sabré si lo que tuvimos fue real. Nunca sabré si yo estaba fascinado con él contra mi voluntad o si él simplemente se aprovechó de mí. Mi vida se volvió errática e incompleta la noche que perdí a las tres personas más importantes de mi vida. Y nunca tuve ninguna intención de conocer a alguien más. Quería encontrarlo a él. Pero no sabía por donde empezar, si tan solo hubiera tenido una pista (y las busqué) o alguna manera de contactar a sus padres (si es que realmente existían). Durante todos estos años intenté formular una respuesta, pero lo único que logré fue volver a la misma pregunta:
“¿Por qué me dejó?” El único hombre que era para mí (porque ya nadie me llamaba la atención, nadie era lo suficientemente interesante). Él único con el poder para moldearme, transformarme y volverme el patético demente que soy ahora. Y él único que puede salvarme cayendo de un onceavo piso. Porque después de todo este tiempo concluí que esa era la única manera de obligarlo a aparecer. Y en el caso que no lo hiciera, no me quedaría mucho por lo cual vivir. Saltando no perdía nada. Y podría jurar que lo vi antes de que se estrellara mi cuerpo en la misma acera donde un chico nada normal me salvó la vida una vez hace quince años atrás.

Un Chico Atípico "2do Episodio"

2do Episodio

El sueño me estaba matando, la clase de matemáticas parecía interminable y mi atención estaba concentrada absolutamente en el reloj sobre la pizarra. Solo quince minutos para que terminara la clase, solo quince minutos para salir del colegio, solo quince minutos para que comience el fin de semana, solo quince minutos para ver a mi novio e irme a su casa. Finalmente… He estado esperando este día por semanas. Desde la noche que lo conocí hasta la primera vez que lo llame por teléfono. Desde que nos juntamos para salir a bailar juntos hasta todas y cada una de las veces que me ha invitado a dormir con él. Hoy es el día, hoy estoy decidido a acostarme con él. Creo que he dejado pasar tiempo suficiente como para que lo nuestro sea algo serio y no basado en nuestra interacción en la cama. Y no es como si realmente hubiera podido continuar resistiéndome a la enorme atracción ejercida sobre mí, cada vez que utiliza su maquinadora sonrisa. La verdad es que no pienso en nada ni nadie más que en él. Ir al colegio es solo para rellenar mis horas. Solo para esperar que él aparezca a la salida con su auto amarillo y me lleve a alguna de esas citas que siempre improvisa. Me encanta que siempre tenga una nueva actividad diferente para cada día. Que siempre me sorprenda con algún panorama nuevo. Actualmente no es que me importe realmente a dónde o a qué me lleva, simplemente quiero estar con él y quedar absorto en su rostro perfecto, en sus brillantes ojos y su cautivante sonrisa. A veces pienso incluso que la influencia que tiene sobre mí, la locura hormonal que desata en mí, y el delirio mental que me produce es algo sobrenatural. No es normal, o quizás así se sienta estar enamorado. No creo haberme enamorado de alguien anteriormente y este torrente de sentimientos que se revuelca por todo mi cuerpo TIENE que ser eso. El estado de demencia y delirio mental mas grande, la incurable enfermedad a la que todos somos susceptibles. Mis amigos ya ni siquiera prestan atención cuando hablo de él. Creen que estoy obsesionado, y quizás estén en lo cierto. Pero mi obsesión es sana, ya no me importa emborracharme hasta caer al suelo, ni que drogas meterme en el cuerpo, mi única adicción hoy, es él.
El estruendo del timbre me sacó de mi estado inerte. El profesor dijo algo sobre una tarea para la próxima semana pero no presté real atención. Junte mis cuadernos y lápices lo más rápido que pude, tiré todo dentro de la mochila y salí casi corriendo de la sala. Mi mejor amigo me alcanzo inmediatamente.
-Calma, calma. ¡Espera!
Quería que esperáramos a que la profesora de lenguaje soltara a los del curso paralelo. Es el curso de su novio y se pone como yegua en celo si no lo esperamos a la salida. Yo no podía quedarme quieto, tenía unas ganas incontenibles de salir a encontrarme con mi hombre soñado, que me estaría esperando, seguramente, sentado sobre el capó de su auto con su radiante sonrisa. Me haría sentir la envidia de todos los colas de mi colegio. No me importaba lo que pensaran de mí en este lugar, la verdad es que los heteros aquí son minoría y yo soy alguien socialmente aceptado, por lo tanto besar a mi novio en público a la salida no me significa problema. Es más me encanta hacerlo, que todos vean lo que tengo y que ellos nunca podrán tener.
Mi amigo y su pololo tuvieron que sacudirme esta vez para que despertara de mi ensueño. Nos encaminamos a la salida entre la multitud de niños eufóricos por el fin de semana largo. Y nada más pasamos la reja lo visualicé, tal y como lo pensaba… Resaltaba por sobre cualquier mortal, bajo los rayos del sol y sobre el capó de su auto, con sus gafas de sol que suele no sacarse durante el día porque sus ojos se irritan con facilidad por la luz. Corrí hacia él, quien inmediatamente se subió al auto haciéndome un gesto para que yo hiciera lo mismo.
Por supuesto que mi hermoso novio me tenía una sorpresa. La verdad no iríamos a su casa, me dijo que arrendó un departamento en Viña para que fuéramos a pasar el fin de semana. Me sorprendió aun más saber que se había tomado la molestia de hablar con mi Madre para que me hiciera un bolso con mis cosas. Un bolso que ya estaba en la maleta del auto así pues yo no tendría que estar vestido de escolar en la playa y eso era un alivio. Me tranquilizaba enormemente estar con él, me fue imposible no sucumbir ante el sueño, tome su mano derecha apenas entramos a la autopista y me quedé dormido apoyado en su hombro.
Y desperté cómodamente en una enorme y lujosa cama al lado de un ventanal que daba hacia el océano, donde perfectamente se podía apreciar la costa, los cerros de Valparaíso infestados de pequeñas luces, las estrellas que parecían reflejarse en el agua y un par de enormes barcos pesqueros iluminando el puerto. La vista era maravillosa, casi perfecta. Faltaba solo un detalle para que fuera perfecta, un detalle que tampoco se encontraba en la habitación. Pero antes de que pudiera formularme la pregunta sobre el paradero de mi novio, apareció justo detrás de mí con su mano en mi hombro. Me di vuelta para ver como sus ojos parecían brillar incluso en la oscuridad, como la luna parecía darle color a su piel, como completaba el hermoso cuadro dentro del marco del ventanal.
Tenía ganas de besarlo y tirarlo a la cama en ese mismo instante, pero él ya tenia otros planes. Había reservado una mesa en un restaurante y dijo que luego iríamos a bailar a Valpo. Me resistí una vez más a mis desconcertantes impulsos por darle rienda suelta al desenfreno hormonal que me causa su rostro y su sonrisa capaz de derretir un glaciar.
La comida fue fantástica, nunca en mi vida había ido a un lugar tan elegante, ni mucho menos probado unos platos tan ricos. Honestamente, hace un tiempo atrás me hubiera negado a que me invitara a lugares costosos. Pero discutir con él es imposible. No conozco a sus padres, pues viven fuera de Chile, y claramente ganan mucho dinero. Así es como mantienen a su hijo de diecinueve años a la distancia; Enviándole una mesada de dígitos exorbitantes.
Claramente negarme a que me consintiera no tenia sentido, y a estas alturas de nuestra relación, la manera en como compartíamos todo y el tiempo que pasábamos juntos en su departamento hacía que cualquier regalo fuera insignificante. Nada era mas importante que lo que sentíamos por el otro.
Insistí en que fuéramos a tomarnos unos tragos antes de ir a bailar. Debo decir que aunque me costó, pude convencerlo de ser yo quien pagara por el alcohol. Es lo menos que podía hacer después de ver la cuenta de nuestra cena. Es una escena completamente fuera de este mundo ver tomar a mi novio. No se en que momento comencé a notarlo (porque en nuestras primeras citas nunca vi nada fuera de lo común), pero pasado el tiempo me he fijado, y estoy casi seguro de que ocurre SIEMPRE que bebe alcohol, que sus ojos brillan de un color distinto, que su piel se sonroja (pero no solo la cara, como a cualquier otra persona ebria). Sino que toda su piel cambia de tono, su cuello, sus brazos. No es un invento mío, el cambio en sus ojos se me hace cada vez más familiar y notorio. Cambian a un brillo rojizo, sutil quizás para cualquier otra persona, pero no para mí. Parece una locura, y me resulta algo confuso a veces. Porque se que ese cambio no solo se da cuando bebe. También ocurre cuando agarramos y las cosas comienzan a subirse de tono. Puede ser solo imaginación mía. Puede ser una reacción completamente normal al acalorarse un poco, pero no deja de intrigarme. No deja de llamarme la atención lo hambriento que se ve cada vez que ocurre. Y estoy seguro que él esta al tanto de sus cambios. Nunca se lo he mencionado, pero a cada momento que lo noto él clava su mirada en la mía, dejándome absorto cada vez que esboza una sonrisa, hechizándome con su carisma y logrando que eventualmente me olvide de la situación.
Tomamos hasta quedar tan ebrios que decidimos volver al departamento en vez de ir a bailar. Por mi estaba bien, yo todo lo que quería era pasar tiempo a solas con él. Podrá sonar algo preocupante el hecho de que maneje en ese estado, pero lo he visto tantas veces manejar aun peor y aun así lo ha hecho impecable, es como que el alcohol tuviera un efecto distinto en él. Maneja incluso mejor cuando esta borracho. Quizás sean inventos míos, no se de que hablo. Si él se sube borracho a su auto, den por seguro que yo estoy durmiendo en el asiento del copiloto. Pero siempre hemos llegado a salvo y sin ningún problema después de carretear. A estas alturas no me preocupa como maneje. La confianza que me inspira es suficiente. La manera en que me tranquiliza, no importa en que situación, hace que nada en esta vida me preocupe.
Lo primero que hicimos cuando volvimos al departamento fue jalarnos unas líneas. Y aunque la única luz que había en la habitación en ese momento era la que entraba por el ventanal, pude ver como sus facciones se intensificaban. Podría jurar que sus ojos estaban rojos, como inyectados en sangre. Que su piel estaba aun más rosada y que sus venas resaltaban mucho más que antes. Su cautivante sonrisa me tenía paralizado. Su rostro era tierno, pero siniestro. Yo no estaba asustado, al contrario, se veía tan hermoso que era imposible temerle. Me tenía atrapado en su inhumana belleza. Se acercó lentamente y pude sentir que su temperatura había aumentado considerablemente, era excesivo. Si no fuera por lo bien que se veía y lo drogados que estábamos, hubiera pensado que ardía en fiebre. Podría jurar que sentía como su corazón bombeaba sangre con una fuerza descomunal y su cuerpo, su piel parecía quemarme. Podrá parecer extraño, pero su calor me resulta completamente acogedor. Me besó apasionadamente guiándome a la cama sin soltarme o despegar sus labios de los míos. El calor de su cuerpo era abrasador, ya no sabría decir si era su cuerpo o el mío el que ardía. Todo lo que podía pensar era lo mucho que lo deseaba, lo mucho que quería que me lo hiciera, lo mucho que había esperado este momento. Estaba completamente entregado a sus besos y a su tan maquinadora sonrisa, que no podía despegar de mi mente cada vez que cerraba mis ojos. Sus besos eran profundos, tan calidos y apasionados. Sus labios se despegaron de los míos solo para bajar por mi cuello y besarlo con aun más intensidad. Su beso se sentía cada vez mas brusco, sentía como si me estuviera mordiendo, y dolía, oh si que dolía. Pero era tan placentero, tan intenso que no quería detenerlo, no podía. La sensación que me producía era cada vez mas extraña, nunca me había sentido así. Podía tener certeza de que no solo su cuerpo ardía, el mió también. Sentía mi corazón bombeando como un tambor que retumbaba en mi cabeza. Podía oír perfectamente los latidos igual de alocados de mi novio. Sentía como mis pupilas se dilataban súbitamente y como mis ojos veían detalles que resultaban imperceptibles en la oscuridad. Es más, no me sentía a oscuras. La noche parecía de día, la luz de la luna era tan potente como la del sol. La respiración agitada de ambos era un intenso zumbido en mis oídos y sentía como todas mis venas hacían presión contra mi piel; Mi piel que se sentía durísima al tacto. Me sentía confundido, excitado como nunca, pero muy confundido. Mi vista se nublaba, se teñía de rojo. Sentía una presión brutal e incluso molesta en mis encías, se me hacía agua la boca además. Sentía hambre, mucha hambre. Y unas ganas casi incontenibles de besarlo también. Pero el permanecía inmóvil, aferrado a mi cuello. Mordiéndome, estoy seguro que me mordía. Yo poco a poco perdía el conocimiento, pero me encontraba tan extasiado que realmente no me importaba. Yo le pertenecía, mi entrega era completa y definitiva. Mi confianza era plena e irrevocable. Finalmente me dejé llevar y me perdí entre su intenso abrazo, el calor de nuestros cuerpos, la confusión que todo me producía y mis extrañamente agudos sentidos.

Un Chico Atípico "1er Episodio"

1er Episodio

Cerré mis ojos y dejé que la música llenara cada espacio vació entre mi cuerpo y mi mente. El ruido parecía acoplarse con mis pensamientos. Bailé enérgicamente, como siempre, aprovechando el escaso perímetro que tenía, sin importarme realmente si pasaba a llevar a alguien o si alguna persona me miraba como un bicho raro. Abrí mis ojos y estaba de vuelta en un lugar atestado de gente, todos bailando al mismo ritmo pegajoso y de moda. Mis amigos habían desaparecido hace un buen rato, seguramente estaban agarrando en el sector oscuro. Yo como todas las noches esperaba que en cualquier momento se acercara algún posible encuentro sexual. Muy rara vez salía con la ilusión de conocer al hombre perfecto, al amor de mi vida, a esa media naranja que todos buscan en esos antros. Me dirigí a la barra, tratando de pasar por el medio de toda la desinhibida multitud para exponerme a cualquiera dispuesto a aceptar mi invitación. Ser visto, esa era la idea. Que algún chico con la personalidad para acercárseme se interesara en mí. ¿Debería traer un cartel en la espalda: -“Chico busca chico”- para que alguno se atreviera a hablarme? Aproveché esa caminata por supuesto para echar yo también un vistazo. Buscar yo mismo la entretención para la noche en vista de que nadie venía en mi búsqueda. Sin duda era una mala noche, usualmente tengo un encuentro fugaz con al menos 3 personas por fiesta. Hoy no había nadie interesante, nadie nuevo debería decir. Nadie con que ya no hubiera agarrado. El ambiente gay es tan pequeño y tan cerrado que siempre son los mismos personajes dando vueltas en la misma rueda.
Acostumbro sonreírle a la gran mayoría de los que me miran con deseo mientras me abro camino entre la multitud. A menos claro que sea un tipo grotesco, ahí sin remordimiento le dedico una mirada de desprecio que lo deje en su lugar y lo haga caer en cuenta de que yo juego en una liga totalmente distinta y que oportunidad conmigo no tendrá nunca.
Había un par de chicos llamativos desde lejos. Uno alto de pelo negro y liso y contextura delgada. Lamentablemente no tenía muy buen gusto para vestirse y desde cerca podías notar su guerra contra el acné. Lo descarté inmediatamente.
Otro grandote, con músculos bien marcados, cabello corto, rubio y una sonrisa hipnotizante, me dedico una sonrisa que con gusto le devolví. Lamentablemente estaba con pareja… y no era precisamente un hombre.
Un par de chicas también intentaron suerte conmigo. Al menos las niñas son más lanzadas. Ellas no preguntan ni esperan una sonrisa o una mirada de aceptación. Ellas carretean con el grado de alcohol en la sangre suficiente para acercarse sin permiso y bailarte. Educadamente les comente mi orientación sexual a las dos encantadoras y coquetas cabras chicas que intentaron llegar a una suerte de trío conmigo. Y solo así me dejaron ir entre risitas y tropezados pasos de baile.
Llegue sin suerte a la barra, prendí un cigarro y pedí una cerveza. La música seguía muy buena y me moría de ganas de volver a bailar y sudar el exceso de alcohol y drogas en mi cuerpo. Pero necesitaba quedarme en un lugar tan exponencial como la barra por un momento. Para ver y ser visto. Además de que esta se encontraba precisamente frente a la entrada del local. Podía ver así quien entraba y salía sin ningún problema.
Fue entonces cuando lo tan obvio pero imprevisto ocurrió. Aquella puerta doble negra de dos metros se abrió de par en par y apareció aquel único actor en esta tierra capaz de interpretar el personaje de mi novio ideal y perfecto. No mas alto de un metro y ochenta, un cabello desordenado oxigenado con algunas mechas largas y otras muy cortas. Una musculosa amarilla sin cuello, que dejaba ver su cuerpo delgado pero tonificado, unos pectorales descubiertos opacados por sus deliciosos brazos con venas marcadas y cubiertos en tatuajes con muchos colores. Usaba unos pitillos blancos y zapatillas de caña alta. Sus ojos brillaron momentáneamente cuando la estroboscópica se posó sobre él y quede atrapado por sus refulgentes ojos verdes. Echó una mirada panorámica desde la entrada del local, volviendo su cabeza lentamente de izquierda a derecha y dejando poco a poco asomar su sonrisa que acabó por derretirme.
Rogué en ese preciso instante que nadie más entrara detrás de él. Que estuviera soltero, que se fijara en mí (Bueno estaba demás pedir que fuera gay, eso se le notaba a los tantos metros de distancia que se encontraba de mi).
En solo unos segundos sus ojos ya estaban clavados en la barra, y por un muy pequeño instante nuestras miradas se cruzaron. Las luces del techo me dieron la sensación de de un vórtice espacial, donde absolutamente todo alrededor convergía en él. Él era mi centro esta noche, él era mi mundo. Y deseaba tenerlo, tener el control de la persona más fascinante que he visto en mis pocos años fuera del closet.
Tome mi cerveza al seco, me llevé el cigarro a la boca al estilo de James Dean y me adentré en la selva de gente eufórica bailando la canción electropop del momento.
Preocupado de no perderlo de vista, de llegar hasta él antes que nadie más. Antes que cualquiera de las tantas pirañas en ese lugar se lanzaran sobre tan llamativo y exquisito bocado. Pasé a llevar a las mismas chicas de antes, que nuevamente entre risas y tragos intentaron retenerme sin mucho éxito. Pasé sin prestar atención a los tantos chicos lindos, ricos, feos o groseros que intentaron hacer contacto conmigo.
En un parpadeo estaba a menos de un metro de mi objetivo. Quien sorpresivamente ya estaba bailando con alguien más. Su cara demostraba poco interés en la yegua asquerosa y sudada que intentaba comérselo. Entonces el giró su cabeza hacia su izquierda y sus ojos volvieron a encontrarse con los míos. Sin ninguna explicación o algún gesto de cortesía, abandonó en su ridículo ritual de apareamiento al desgraciado afeminado y se acercó hacia mí con su cautivante sonrisa de par en par. Acercó su rostro lo suficiente como para lograr intimidarme un poco (Tarea difícil para cualquiera, tomando en cuenta mi exceso de confianza y mi capacidad para seducir y tomar control de la gente), y su sonrisa se abrió aun más encantándome con su voz seductora:
-Hola
Mis ojos lo analizaron de pies a cabeza una y otra vez antes de responder. Trataba de disimular mis ganas de mirarle el paquete, pero no podía dejar de escanear a ese hombre que permanecía estático, sonriendo, esperando una respuesta. Creo no fue mas de un segundo lo que tardé en contestar, pero se sintió como si por minutos hubiera quedado congelado frente a aquella epifanía tratando de seducirme.
Luego de eso, la típica conversación tuvo lugar, con las preguntas que en verdad a pocos le interesan pero se mencionan casi por cortesía: “¿Como estas?” “¿Como te llamas?” “¿Cuántos años tienes?” Etc. Todo mientras bailamos ligeramente de un lado a otro sin prestar mucha atención a la música. Una vez terminadas las entrevistas llego el momento de mostrarse interesante, y a decir verdad me tomó por sorpresa. No pensaba encontrarme a alguien que bailara mejor que yo. Mucho menos estar con alguien que llamara la atención de todos a un nivel exorbitante. Lo cierto es que él era irresistible, por donde le miraras, y me había escogido a mí. De todos los minos de ese lugar, él quería conmigo y su foco estaba tan centrado en mí como yo en él. Era de esperarse que a los dos temas ya estuviéramos bailando demasiado cerca como para insinuarse y no tardamos en darnos un beso. Un beso lento, suave que parecía acomodar sus labios y lo míos en una forma tan sutil y perfecta que parecíamos dos piezas conjuntas en un rompecabezas. El tiempo pasó y a decir verdad la noche ya estaba demasiado avanzada, minutos antes de que las luces se encendieran él se separo de mí. Me ofreció irme con él, andaba en auto y eso claramente era otro plus. Era perfecto, sus ojos resplandecientes y su mirada no dejaban de cautivarme. Nuevamente demoré mi respuesta, estaba demasiado ocupado admirándole, estudiándole. Mis amigos aparecieron de la nada abrazados y sonrientes para decirme que teníamos que irnos antes de que saliera todo el mundo y quedara la cagada afuera. Él los saludo efusivamente, como si ya los conociera hace tiempo. Mis amigos insistieron, ambos también se encontraban muy concentrados en aquel chico guapo que me acompañaba. Yo por mientras tenía una batalla conmigo mismo. Me moría de ganas de acostarme con aquel chico ideal, de irme y que hiciera lo que quisiera conmigo, en el auto, en el ascensor, en la cocina o en el baño. No me importaba lo deseaba cada vez más. Cada segundo que pasaba algo en mí crecía al punto de no querer soltarlo nunca. No podía responderle, ni a él ni a mis amigos. Me había convertido en una especia de estatua, inmóvil, congelado, encantado como en un cuento para pendejos. Mi estado mental estaba en la estratosfera, me encontraba completamente ido y esta vez no sabría decir cuanto tiempo duró mi soñar despierto.
Él se acercó suavemente; me dio un beso tierno, simple y corto, mientras guardaba algo en mi bolsillo trasero. Se apartó de mí nuevamente, pero esta vez se alejo en dirección a la salida. Las luces se encendieron en ese instante y mis amigos me arrastraron fuera del local en mi estado zombi.