Vampires In Love

Blog de Realidad v/s Ficción, original y personal.

Amante en la Oscuridad


No puedo decir a ciencia cierta quien o qué es.
Su primera aparición fue aterradora, y escalofriantemente placentera.
Yo estaba despierto en sueños, tumbado en mi cama;
Sentí una helada mano bajando por mi hombro y una pierna aprisionando mi cuerpo.
Quería escapar pero sin duda lo estaba disfrutando.
El miedo me hizo caer de la cama, me reincorporé aliviado de saber que era un sueño…
…Hasta sentir poco a poco como se sentaba a los pies de mi cama.
Quería reaccionar, pero temía que el menor movimiento me confirmara que había alguien más ahí.
No pasó mucho tiempo hasta que desperté realmente.
Alumbré tímidamente mi habitación, confirmando que no había nadie más en ella.
Pude dormir las noches siguientes, encendiendo la luz cada vez que me despertaba en tinieblas.
Pero no pasó mucho tiempo hasta que volví a tener el mismo sueño, esta vez mucho más consciente cuando esa fría mano bajó por mi hombro.
Me entregué completamente, sentía como mi pecho se hinchaba de aire, sentía un fuerte y genuino amor por ese desconocido e intenté por todos los medios ver su rostro, pero era una gran mancha borrosa.
Una vez alguien me dijo, que los rostros de las personas en nuestros sueños solo pueden ser rostros que hayamos vistos antes.
Creo que este rostro aun no lo conozco, pero si conozco esa alma, conozco a esa persona, siento una conexión, que va más allá de mi inconsciente y siento por primera vez que esa estrella me corresponde.
Asumí control absoluto del sueño, trate de colocar rostros sobre el borrón que había en sus hombros, pero ninguna parecía encajar.
Perdí el control y me despedí abruptamente con la seguridad de que en algún lugar de este universo está esa persona, buscándome también.

"La Biblia de Marco"

Muy pocas veces conozco gente interesante. No voy a decir tampoco que soy un chico muy sociable; pero no tengo problemas con nadie en particular en el colegio.
Asisto a una escuela pequeña, todos saben quien es el único Daniel aquí, y efectivamente, ese soy yo.
A decir verdad, muy poca gente me llama la atención. Tengo mis amigos en el curso, por supuesto, comparto con ellos en los recreos y a veces me junto a estudiar en sus casas.
Si, bueno, quizás sí soy un poco antisocial y mis amigos no son más que compañeros con los que tengo buena onda. Pero es que me parecen tan básicos y aburridos que no me despiertan mayor interés. A mis dieciséis años puedo decir que me he resignado a la escuela en que estoy. Insistirle a mi padre que me cambie de colegio ya es inútil. Mi única esperanza cada año, es esperar que llegue algún compañero nuevo. A veces sucede, pero como es usual, no es nadie fuera de lo común. Entonces nace la esperanza de que a mitad de año, llegue alguien al cambio de semestre. La cual es todavía más absurda, porque llega mucha menos gente y eso es si es que llega alguien nuevo.
Pero mi historia no tendría mucho sentido si no fuera por algún compañero nuevo. Es ahí donde entra Marco en mi vida. A mitad de año fue transferido a nuestra humilde escuela. Era la segunda semana de vuelta de vacaciones. Todos teníamos nuestros asientos designados desde comienzo de año, y debido a mi asombrosa sociabilidad el único asiento desocupado de la sala estaba al lado mío. En el rincón más alejado del profesor.
Entró aquel día a la sala el inspector, temprano por la mañana, con su mano apoyada en el hombro de un chico de estatura promedio, pelo negro, tez blanca. Y lo presentó frente a la clase. Ojos grises, mirada sombría y sonrisa incómoda. Un chico algo freak, lo admito, por un momento me decepcioné muchísimo. Eventualmente le indicaron que se sentara al lado mío. Ninguno de mis compañeros despegó la vista de él mientras se encaminaba por entre los pupitres. Él, al contrario, no reparó en absolutamente nadie. Con un rostro de lo más serio cruzó la sala hasta llegar al lado mío. Por supuesto que yo le examinaba de pies a cabeza. No tengo idea de que con que expresión en mi rostro, sea como sea pareció agradarle, porque justo antes de sentarse me miró a los ojos y me dedicó una sonrisa amable. Acto seguido clavó su mirada en el profesor de donde no se despegó hasta el final de la clase.
Hice un esfuerzo de sobremanera por acercarme a él en el recreo, conocerlo un poco o lo que sea. Mis compañeros por supuesto, se adelantaron. Sin embargo, no prestó atención a ninguno, simplemente se dirigió al baño sin responder ni una sola pregunta. Los chicos estaban desconcertados. Yo, en todo lo que es mi marco psicópata, fui al baño tras de él.
Curiosamente, cuando llegué no le encontré por ninguna parte. La verdad parecía como si no hubiera nadie en el baño. Algo tétrico, muy poca luz entra en esos baños, siempre sucios, con luces parpadeando en el techo. Agua rebalsando los lavamanos inundando el suelo y un poco de humo. Bueno el humo no era algo usual en los baños, pero había humo que venía del fondo del baño. Camine lentamente, tratando de guardar silencio. Mas no alcancé a llegar ni a la mitad del baño cuando algo me abordó por la espalda y se posó en mi hombro. No pude evitar saltar y en un esfuerzo por mantener mi hombría, reprimir un grito. Obviamente era Marco, con su sonrisa amable saludándome. Mi reacción de lo más inconexa, fue preguntarle qué demonios estaba haciendo. Dijo que simplemente se estaba fumando un cigarro. Ahora, eso es cuestionable, la verdad ese fue el primer gran misterio que presencié alrededor de Marco. Digo, yo fumo cigarros, he fumado marihuana y bien creo saber distinguir olores y ese humo no era nada que yo hubiera sentido antes. No le hice muchas preguntas, la verdad, Marco aprovechó mi inhabilidad para conversar y tomó control de la situación. Nos sentamos en el patio bajo la mirada celosa de todos mis compañeros y me contó un poco de su vida. Sobre la reciente muerte de su padre, motivo por el cual se vino con su madre a la capital. Y como toda su vida él y su madre habían sufrido los abusos de un padre inestable mentalmente. Pude sentirme algo identificado con su historia, yo también soy hijo único y vivo con nadie más que mi padre, la última vez que supe algo de mi madre fue hace más de 7 años.
Marco siempre se las arregló para evitar contar muchos detalles de su vida, y en cambio, hacerme hablar a mí sin cesar. Nos volvimos buenos amigos en muy poco tiempo, ya que no compartíamos con absolutamente nadie más en el colegio. Su actitud en clases nunca cambiaba, siempre estaba con su mirada y atención clavada en el profesor. Yo de vez en cuando intentaba hablarle sin mucho éxito, me quedaba mirándole absorto como sus ojos nunca se despegaban de la clase. Esto cambiaba, por supuesto, cada vez que salíamos a recreo. Nos sentábamos juntos, compartíamos colación y buscaba siempre alguna manera de hacerme reír a carcajadas. Nunca dejó de llamarme la atención la indiferencia de Marco hacia el resto, ni que nunca volví a verlo “fumar” en el baño. No me importaban entonces los misterios a su alrededor, Marco me hacia sentir cómodo e integrado por primera vez en mucho tiempo. Un día decidí invitarlo a almorzar a mi casa después de clases. Honestamente, me tomó unas semanas hacerlo. El único momento del día en que interactuaba con Marco era en el recreo, nunca nos habíamos visto fuera del colegio y eso me hacía pensar que probablemente me diría que no. A pesar de mis inseguridades, Marco se mostró muy contento con mi invitación y aceptó inmediatamente.
Mi padre también estaba encantado con la idea de conocer al compañero del que tanto le he hablado y gustoso nos preparó almuerzo. Fue este día que empecé a notar detalles en Marco que llamaron de a poco mi atención, por supuesto no les di real importancia hasta aquel día que entré por la fuerza a su casa; pero no nos adelantemos a los hechos. Camino a mi casa me di cuenta que Marco estaba usando un aro en su oreja derecha, y no un aro cualquiera como esas típicas argollas que usa todo el mundo. Era una especie de gota de cristal con una piedrecilla negra en el centro. Por supuesto que no lo usaba en el colegio, por eso es que nunca lo había visto. O al menos esa fue la explicación que me dio él; Algo evasiva y absurda, pero eso era normal dentro de su, a veces, errático comportamiento. Como cuando se quedó parado en el umbral de la puerta de mi casa esperando que yo literal y formalmente lo invitara a pasar.
Pero fuera de esas cosas, Marco regularmente parecía un chico normal, y me hacia sentir normal a mí también. Bueno, no quiero decir que yo no lo sea. Pero ciertamente Marco no era un chico común. Y viéndolo así, en retrospectiva, quizás ese haya sido el motivo que me haya impulsado a hacer lo que hice esa tarde mientras estábamos echados en la cama viendo televisión. Me acerqué sorpresivamente y le planté un beso en los labios. Por supuesto que él se apartó de inmediato con una oscuridad en la mirada que me dijo inmediatamente que no debía haber hecho eso. No alcancé a articular ni una sola palabra antes de que Marco tomara su mochila y se fuera de mi casa sin decirme una sola palabra. Me sentí pésimo, evidentemente, había arruinado la “amistad” que teníamos por un acto netamente egoísta y no sabía exactamente con qué cara lo miraría mañana en el colegio. Lo único en ese momento que me hizo sentir mejor, fue encontrarme su aro tirado en mi cama. Dejado ahí deliberadamente, sin embargo, para mí no era algo evidente en ese momento. Lo colgué de mi cuello con una delgada cadena de plata y me acosté a dormir sin poder sacar de mi cabeza la estupidez que acababa de hacer.
Al otro día llegué tarde a clases y como era usual, la mirada de Marco no se desvió ni un milímetro al pasar a su lado para sentarme. No dijo ni una palabra hasta que salimos a recreo, y entonces, sorprendentemente su sonrisa de siempre seguía ahí, en frente mío como cualquier otro día. Se disculpó por su reacción en mi casa, dijo que simplemente lo atrapé desprevenido y que fuera de todo, lo había pasado muy bien. Insistió que fuera ese mismo día a su casa, a almorzar con él y conocer a su madre. Obviamente acepté más que contento.
Debo aclarar, que yo en ese entonces no tenía idea realmente de con qué me estaba involucrando, pero no era tampoco el momento de cuestionármelo.
La casa de Marco era impresionante, era una tremenda mansión con un patio del porte del colegio. Resultaba ilógico que viviera nada más que con su madre en una casa tan grande. Marco simplemente se rió cuando le pregunté si vivían con alguien más o para qué vivían en semejante propiedad. Antes de que yo pudiera insistir su mamá nos recibió.
Nunca olvidaré lo dulce y amorosa que fue ese día, cuando más viva y dentro de sus cabales le vi. Apenas entramos a la casa Marco se excusó para ir a ordenar su habitación antes de enseñármela, subió corriendo por la enorme escalera de mármol ubicada justo en la entrada. Yo mientras, seguí a su madre hasta la cocina. La ayudé, por supuesto, a preparar la mesa y conversamos un montón de trivialidades mientras Marco se tardaba cada vez más. Eventualmente llegamos a tocar el tema de la reciente muerte de su padre, y quizás yo fui un poco desatinado al preguntar, pero Marco nunca me había contado realmente que le había sucedido. Su madre muy dulce y tranquila me dijo que su marido solía ser un hombre muy fuerte y sano hasta que un día su corazón repentinamente dejó de latir. No supe bien cómo interpretar eso, pero no hice mas preguntas. Marco justo apareció y su madre automáticamente cambio su rostro y siguió cocinando. Mi amigo me dijo que subiéramos a su pieza mientras ella terminaba de hacer el almuerzo y yo le seguí inmediatamente.
Sorprendentemente, la pieza era algo nada que ver con el resto de la casa. Estaba casi vacía, tenía un par de estantes con libros y un escritorio con su computador. Había por lo menos tres crucifijos a simple vista, no tenía idea que Marco fuera alguien de fe, en realidad nunca habíamos hablado de religión. Él dijo que es importante creer en algo en este mundo, ya que es la única manera de dar explicación a hechos que la ciencia nunca comprenderá. Quise preguntarle que quería decir con eso, pero me distrajo un libro notoriamente más grande que el resto de los apilados en su escritorio. Se veía muy viejo y maltrecho, Marco dijo que era una Biblia que había sido entregada de generación en generación en su familia. No sabía a ciencia cierta cual era su antigüedad, pero sin duda era un objeto invaluable. Y diabólico por lo demás. Hoy puedo decir con toda seguridad que ni el propio Marco sabe cuantos años tiene ese libro, y que sin duda es una reinterpretación de escritos tan antiguos como las pirámides de Egipto.
Pero volviendo al momento exacto en que yo no sabía absolutamente nada, antes de que yo me atreviera a examinar semejante legado del demonio, Marco notó que yo traía su pendiente colgando de mi cuello. Quise devolvérselo, pero él insistió que me lo quedará, dijo que era un amuleto y que ojalá lo usara siempre, por que me protegería. ¿Protegerme de qué, exactamente? Ni idea, Marco me besó antes de que yo pudiera siquiera pronunciar una palabra, y por supuesto le devolví el beso.
De ahí en adelante se volvió rutina pasar nuestras tardes juntos. Fuera en mi casa o la suya, matábamos el tiempo tomando cerveza y jugando videojuegos. Por supuesto que de vez en cuando, nos dedicábamos a estudiar y hacer tareas para el colegio. Pero básicamente, lo único que importaba era estar juntos. Es aquí cuando comienza a extrañarme el hecho de que muy rara vez veía a su madre en casa. Y si aparecía era para servirnos algo de comer y desaparecer nuevamente. Lo que mas me llamaba la atención eran sus constantes cambios de personalidad, cada vez parecía ser una mujer distinta en un cuerpo poco a poco mas deteriorado. A veces incluso me molestaba la manera autoritaria con que Marco le hablaba y ella simplemente acataba a todo lo que su hijo le solicitara. También debo mencionar que me resultaba completamente extraño que siempre usara pañuelos y bufandas cuando el clima ni siquiera lo ameritaba. Marco, como era usual, evitaba de manera inteligente cualquier pregunta que yo le hiciera. La verdad es que la actitud apagada, deprimida y sumisa de su madre me desconcertaba cada vez más. La personalidad de Marco también mutaba de vez en cuando, habían días donde se comportaba como un verdadero cavernícola, frío e irascible. De un segundo a otro podía volverse dulce y tímido, y habían días en que un agotamiento súbito se apoderaba de él y pasaba toda la tarde tirado en un sillón quejándose de brutales jaquecas.
Comencé a pasarme muchos rollos, pero traté de esconder toda preocupación. Marco siempre fue alguien muy intuitivo y se molestaba cuando notaba que yo me interesaba más de la cuenta en su comportamiento y en el misterio alrededor de su desequilibrada madre.
Pero no fue hasta el primer fin de semana que Marco me dijo que no nos viéramos, que me decidí a hacer algo. Después de todo, me volví algo posesivo con mi amigo. Y que de un momento a otro rompiera nuestra sagrada rutina, despertó en mi un montón de inseguridades y celos absurdos de absolutamente nadie en particular. Aquel viernes Marco insistió exageradamente que no lo contactara, ni mucho menos me apareciera por su casa. Y claramente esa fue la gota de curiosidad que me faltaba para salirme de mis esquemas y decidir espiar qué demonios estaba sucediendo con mi amigo.
Esa misma noche, a eso de las once, salté la reja de su casa como un vil delincuente y me eché a correr por el inmenso patio de su ostentosa propiedad. Había muchas luces encendidas en toda la casa. Lo cual era muy extraño, pues se supone nunca hay mas de tres personas ahí. Al acercarme más, caí en cuenta de que la casa estaba repleta de gente, había una especie de fiesta (Y admito que por un momento pensé que era de disfraces, pues estaba llena de bichos raros).
Me costaba entender por qué Marco me había ocultado aquella reunión bizarra en su casa, pero no tenía realmente alguna claridad de qué era lo que ahí estaba sucediendo. Mi curiosidad me llevo debajo de una de las ventanas del comedor. Podía ver perfectamente lo que ocurría en el salón principal. Ahí estaba mi querido amigo, conversando con sus extraños amigos. La mayoría de los asistentes vestían de negro, incluido su anfitrión. Había mucho ruido, no podía captar ninguna conversación de manera nítida, pero sí ver el comportamiento salvaje de algunos invitados. Muchos de ellos tenían una mirada brutalmente desquiciada. Lo más escalofriante de la escena fue ver a la madre de Marco, como era usual, actuando de sirvienta con una bandeja en sus manos, ofreciendo copas de lo que parecía ser vino tinto. Está vez se veía mas rara que nunca, era prácticamente un zombi. Actuaba de manera robótica y desganada. Por primera vez le vi el cuello descubierto y me interrumpió la respiración ver unas horribles y terroríficas marcas en su cuello. Claramente mordidas, y por descabellado que sonara parecían las de un animal, dos círculos grotescos, hechas seguramente por un par de colmillos.
Más intrigado que nunca, me las arreglé para escalar una enredadera hasta la ventana de la pieza de Marco. La abrí sin complicaciones, y caí rodando en su cama. Por un segundo llegué a pensar que me había equivocado de habitación. Esta pieza no era nada parecida a la que yo conocía. Estaba llena de velas encendidas por todos lados, los crucifijos boca abajo. Antiguos libros tirados por todos lados, cuchillos y fuentes con lo que parecía ser sangre. Mis manos comenzaron a temblar, entre los gritos y risas macabras de los invitados y un hedor grotesco que venía del closet; Me acerque al escritorio donde la Biblia de Marco se encontraba abierta de par en par. Y al ver horrorizado el contenido de ese libro, el temblor de mis manos se esparció por todo mi cuerpo y comencé a sudar frío. Pensé que me iba a desmayar mientras leía cada palabra ahí escrita. Llegué a desconocer de un segundo a otro a la persona que había estado a mi lado todo este tiempo. En mis manos tenía un libro de magia negra, y la página abierta hablaba de un pacto con demonios para poder controlar humanos. Requería de arrancarle el corazón a un hombre y usarlo como ofrenda, hablaba también de alimentar a los demonios con la persona a controlar. Había marcas en otras páginas, hablaban de rituales de atracción, la mayoría describían nubes de humo de elementos que no me atrevería a mencionar. Creí que en cualquier momento me pondría a llorar, pero me congelé cuando sentí pasos subiendo la escalera. Pasos cada vez más fuertes que parecían ir acelerando. Me costaba reaccionar, pensé en saltar por la ventana o esconderme debajo de la cama, pero tiempo realmente me faltaba. No pude ni moverme antes de que Marco apareciera con su mirada desquiciada en la puerta de la habitación. Después de recuperar el aliento se me acercó lentamente con una cara tan asustada como la mía. Yo permanecía inmóvil, es más, creo que ni siquiera podía escuchar lo que me decía mientras me tomaba por los hombros para hacerme reaccionar. Fue su mirada la que me tranquilizó, a pesar de que reflejaba terror, también me daba confianza. Supe en ese mismo instante, que Marco temía por mí. Quería que me fuera lo antes posible de su casa, dijo que corría muchísimo peligro con esa gente, que casi no eran humanos. Yo aun no podía articular palabras, sin embargo, me negaba a irme sin una explicación.
Marco, abrió su closet y vi un altar grotesco, lleno de partes humanas. Al centro se encontraba el corazón de su supuesto padre. Algunas extremidades pertenecieron a los verdaderos hijos de la pareja que Marco escogió como familia en este lugar. Mi amigo insistió que nuestra amistad no tenía ningún sentido, que mi vida corría peligro y la de él cambiaba constantemente; Viviendo en muchos lugares distintos, inventando diferentes identidades.
Debo admitir que me dolió convencerme de que Marco en todos los lugares donde vivía tenía un “mejor amigo” que acababa por desechar después de un tiempo. Así que no dejé que me explicará más y arranqué, bajé corriendo las escaleras y salí lo más rápido posible por la puerta principal, ante la mirada de un montón de demonios en juerga, me pareció incluso haber visto el cuerpo de la madre postiza de Marco, tirada y desangrada.
Seguí corriendo con todas mis fuerzas por el tremendo patio en dirección a la reja y podía oír perfectamente como alguien me perseguía, no tenía el coraje para mirar hacia atrás y asegurarme de que fuera Marco y no alguien más.
No muy lejos de salir de la propiedad, fui alcanzado y abordado por un desconocido, alto de ojos negros y sin vida, que asomaba unos grotescos colmillos entre sus labios. Me quede petrificado al ver como acercaba su cara a mi cuello y por supuesto me mordía. Pensé que moriría en ese mismo instante, me encontraba tan agitado que ni siquiera sentí los colmillos penetrar mi piel. Me deje caer pensando que sería mi fin. Pero al contrario, fue el vampiro quien cayó al suelo primero. Unos segundos después de probar mi sangre, comenzó a desintegrarse frente a mí, pudriéndose a una velocidad tremenda hasta verse reducido a un montón de huesos. Marco llegó corriendo justo para sostenerme cuando mis rodillas cedieron a mi peso. Yo estaba horrorizado y estupefacto mientras veía la mansión repentinamente en llamas. Y así estuve todo el camino a mi casa con Marco. Quien con su Biblia bajo el brazo me explicó como el amuleto que me había regalado, y que seguía colgando de mi cuello, me había protegido matando al demonio. Admitió que el motivo por el que me lo había dado era para protegerme de su sangre de hechicero, que por absurdo que suene, podría infectarme. Me confesó que soy la única persona a la cual le ha contado alguna vez sus secretos y que efectivamente tiene sentimientos hacia mí que nunca había sentido por alguien más.
Ahora, cualquiera pensaría que es una locura permanecer con un asesino que maneja la magia negra, pero la verdad fue que convencimos a mi padre de que adoptara a Marco (Al margen, por supuesto, de toda la situación del ocultismo). Y eventualmente, me enteré de la historia de su vida y sobre su verdadera familia.
Finalmente, puedo decir que conocí a alguien más que interesante en Marco. Puedo asegurar que confío en él y sobre si acabé convirtiéndome en un hechicero también…
Bueno la posibilidad está, y aunque no sea algo inevitable; Prefiero dejar esa historia para otra ocasión.